EVANGELIO DOMINICAL

Domingo 21º durante el año


Lecturas: Josué 24,1-2.15-18 / Efesios 5,21-33 / Juan 6,60-69

Botón homilético – Francisco Quijano

• Con excepción del 15 de agosto, Asunción de María, después de cuatro semanas de proclamar el capítulo 6 del Evangelio de Juan, superada una crisis entre los discípulos, hoy se presenta el desenlace.

• Los judíos, escandalizados, habían discutido: «¿Cómo puede este darnos de comer su carne?» No es un simple malentendido. Jesús habla del don de su persona, eso es lo significa: «Dar mi carne para la vida del mundo».

• Jesús es causa de vida por su muerte. Esto fue escándalo para los judíos y lo ha sido en la historia. Pero él proclama: «Quien come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día».

• Comer su carne y beber su sangre es identificarnos con Cristo en la entrega de su persona por nosotros. Cada quien ha sido llamado a entregar su vida por los demás. ¿Estamos dispuestos a vivir este misterio que hemos descubierto?

• En su tiempo, muchos abandonaron a Jesús. Él nos pregunta ahora: «¿También ustedes quieren irse?» Esta decisión pone en juego nuestro destino. La respuesta de Pedro fue: «Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna».

• Hace tres milenios, Josué hizo una pregunta semejante al pueblo judío en Siquén: «Si no están dispuestos a servir al Señor, elijan a qué dioses quieren servir». Y él dio esta respuesta: «Yo y mi familia serviremos al Señor».

• La respuesta de Josué, de Pedro y de mucha gente a lo largo de la historia nace de la fe en Dios y es obra del Espíritu Santo. Ante la disyuntiva de seguir a Jesús o dejarlo, él dice a sus discípulos: «El Espíritu es quien da vida, las palabras que les he dicho son espíritu y vida».

• El destino de nuestra humanidad es vivir en comunión con Dios y entre nosotros. Jesús vino a convocarnos a la comunión, lo hizo a costa de su vida. A cada quien toca responder a este don de Dios. Así culmina el itinerario de fe por el que nos ha conducido san Juan.

 

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Claves para la homilía Julián Riquelme

• Contexto. - Palestina, año 30: Los discípulos de Jesús poseen una idea del Mesías, que se centra en la gloria humana. Sin embargo, Él renuncia a toda ambición excluyente. - Jerusalén, año 100: El seguimiento de Cristo exige asumir la propia responsabilidad frente al bien de los otros.

• Sentido. El tema del Evangelio, que trata de “La crisis y la adhesión de quienes siguen a Jesús”, muestra tres aspectos importantes:

• Varios discípulos no aceptan la propuesta de Cristo. El seguimiento del Nazareno no es fácil; provoca crisis. Aparecen las dudas: el mensaje se hace duro, la situación se oscurece, ¿pan de vida o pan de trigo? ¿Entregarse a los demás? Hay seguidores que no se atreven, y desisten.

• El Señor Jesús prefiere la gratuidad a la gloria humana. El fundamento y el sentido de ser cristianos consiste en apostar por Jesús, como regalo gratuito de Dios. El mismo Cristo se queda con unos pocos discípulos. La pregunta del Señor sigue hoy en pie: “¿También ustedes quieren irse?”

• Pedro habla en lugar de los Doce. Se trata de creer o no creer, de estar dispuesto o no a que el Espíritu Santo haga vida el Evangelio en nosotros. Los Doce dan el paso, siguen al Maestro de Nazareth. Para ellos, las Palabras de Jesús son de Vida: seducen, interpelan, y llaman a la decisión por el seguimiento.

Samana XXI - Lunes (aquí)