EVANGELIO DOMINICAL

Domingo 22º durante el año


Lecturas: Deuteronomio 4, 1-2.6-8 / Santiago 1, 17-18.21b-22.27 / Marcos 7, 1-8.14-15.21-23

Botón homilético — Francisco Quijano

• «Nada externo que entra en el hombre puede mancharlo; lo que lo hace impuro es aquello que sale del hombre». La controversia de Jesús con escribas y fariseos sobre los ritos judíos de purificación depende de las prácticas religiosas de esa época.

• La cuestión de fondo, no. Es esta: ¿cuál es la fuente de lo bueno? ¿dónde encontrarla? ¿cómo beber de su agua? Los judíos pensaban que era la ley y las muchísimas prácticas que implicaba.

• Jesús señala que es el corazón humano y lo ilustró, no con lo bueno que brota del él, sino con lo malo: robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias. Estas palabras de Jesús señalan dónde se libra nuestra la lucha interior.

• Antes había respondido a unos fariseos y letrados con palabras de Isaías: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí». Y añade: «Dejan de lado el mandamiento de Dios para aferrarse a tradiciones humanas».

• ¿Dónde se juega, pues, nuestro destino? En lo profundo de nuestro corazón, en la raíz de nuestra libertad, en lo íntimo de nuestros deseos, en el origen de nuestros afectos. ¿Y qué sucede allí? Desde esa profundidad nacen las malas intenciones y toda suerte de maldades.

• Caeríamos en completa desesperación, si eso fuera todo lo que encontráramos en nuestro interior. No. Y este No, es el Sí de Dios. Escuchemos a Santiago: «Todo lo que es bueno y todo don excelente baja del cielo, de Padre de las luces… Él nos engendró por la palabra de la verdad».

• Estas palabras son eco de la bendición originaria: «Vio Dios todo lo que había hecho y era muy bueno». Nuestro corazón es bueno, todo nuestro ser es bueno. ¿Cómo sucede, entonces, este conflicto interno de donde procede también lo malo? Hemos de admitir que es un misterio oscuro, un conflicto que nos sobrepasa.

• Caeríamos de nuevo en la desesperación, si eso fuera todo. La bendición de Dios tiene una dimensión más profunda y una eficacia definitiva. Así lo dice Pablo: «El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el don del Espíritu Santo». Esa es su gracia, la confirmación definitiva de su bendición originaria.

• Martín Lutero vivió esta lucha interior de manera dramática, en cierto sentido trágica. Leyendo a san Pablo fue como descubrió el desenlace de este drama: «Sabemos que el hombre no es justificado por observar la ley, sino por creer en Jesucristo».

• Tomás de Aquino hace ver en qué consiste el triunfo de Dios en nuestro corazón: «Lo principal en la ley del Nuevo Testamento y en lo que está toda su fuerza es la gracia del Espíritu Santo, que se da por la fe en Cristo... La ley nueva es principalmente la gracia del Espíritu Santo».

 

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Claves para la homilía Julián Riquelme

• Contexto - Palestina, año 30: Los dirigentes religiosos presentan un reclamo a Jesús, en contra de los discípulos, porque comen panes con manos impuras. - Roma, año 70: Los judíos continúan distinguiendo entre alimentos puros e impuros. Y los paganos clasifican a los grupos humanos entre superiores e inferiores.

• Sentido Para Cristo, la ley es buena como pedagoga; sin embargo, cuando se aplica sin “contemplaciones”, puede esclavizar y matar. Por eso, el Señor enfrenta el tema de “lo puro y lo impuro”. En el pasaje bíblico de hoy se pueden subrayar, por lo menos, tres aspectos:

• La respuesta a partir del profeta Isaías (Mc 7,6-8). La Ley de la Pureza, al ser presentada como un absoluto, eclipsa el derecho de Yahvé. Los dirigentes de entonces plantean la relación con Dios desde los ritos externos, y ponen la perfección en lo exterior. Por otra parte, ya los antiguos profetas, situaban la base de la relación con Dios, en las actitudes internas del corazón.

• La explicación a la gente (Mc 7,14-15). Al afirmar que "Ninguna cosa externa, que entra en el hombre, puede mancharlo”, Jesús está haciendo tomar conciencia a los sencillos de que Dios no manda purificarse después de tocar un leproso o un muerto, ni lavarse las manos antes de comer el pan. Con ello, Cristo enseña que no hay nada sagrado o profano, puro o impuro en sí. ¿La creación puede ser profana o sagrada? Sacralidad y pureza vienen al ser humano y al mundo únicamente a través del "corazón", que es el canal del diálogo entre Dios y las personas.

• La insistencia en la ley del corazón (Mc 7,21-23). El “corazón" para los hebreos es el "yo" individual, lo más íntimo de la persona, la sede de las decisiones humanas. Del corazón puede salir el no compartir. Todo desamor e injusticia impurifica, porque daña la vida de los otros. Además, el amor maduro, que brota también del corazón, es el único camino para propiciar la comunión con los hermanos, encontrándonos con Dios.

• Jacob Jordaens (1593-1678): Jesús discute con los fariseos, Jesús y los fariseos

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