EVANGELIO DOMINICAL

Nuestra Señora de Guadalupe / Domingo III de Adviento


Lecturas: Sirácide 24,23-31 / Salmo 66 / Gálatas 4,4-7 / Lucas 1,39-48

Botón homilético – Francisco Quijano

• Dos mujeres se saludan, se abrazan, se regocijan, se acompañan. Ambas están preñadas con la promesa de sus hijos. Una de las criaturas exulta en el seno de su madre. ¿Qué símbolo entraña este encuentro?

• Una mirada a la evolución de la especie humana muestra que durante millones de años se estaba gestando en el organismo prehumano la chispa de la palabra. Centenares de miles de años transcurrieron para que, en palabras musitadas, fuera configurándose un yo y un tú.

• Pasaron otros miles y miles de años para que despuntara el «homo sapiens» y luego la cultura nómada recolectora y luego la civilización agrícola sedentaria y luego la memoria histórica. Así llegó eso que san Pablo llamó «plenitud de los tiempos» (Gal 4,4-7).

• En esos tiempos de plenitud se gestaron en el seno materno dos criaturas. Nueve meses de vida intrauterina. A esos nueve meses se añaden 25 o 30 años de vida oculta, antes de que comience a escucharse la palabra de dos profetas.

• Este tiempo de gestación y maduración tan largo largo es tiempo femenino: de evolución, de madre naturaleza, de maternidad, de vida familiar.

• Estas eras y etapas femeninas se concentran en dos mujeres que llevan en su seno la promesa de una Humanidad Nueva: Isabel con Juan, María con Jesús.

• Hay todavía otra matriz en cuyo seno se gesta la creación entera y va madurando poco a poco, como en una vida intrauterina, hacia su nacimiento a la plenitud de ser. Esa matriz es la Creatividad de Dios por su Palabra y por su Predilección en el Amor.

• En esa matriz todo va madurando hacia su plenitud. La maternidad de dos mujeres, Isabel y María, es un signo portentoso del misterio de la matriz divina que lo envuelve todo.

 

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Claves para la homilía – Julián Riquelme

• Contexto - Palestina, año 30: La gente es víctima de la dominación política de los romanos, y de la opresión religiosa y legalista de los fariseos y saduceos. - Grecia, año 80: El Bautista es el “Precursor”; y Jesús es el Mesías. Ambos se preocupan del bien del prójimo a través del compartir, pero con distinta motivación, debido a la distinta imagen de Dios que cultivan.

• Sentido El Evangelio presenta la “Misión de Juan Bautista” (Lc 3,2-3.10-18). Esta puede ser la estructura o división del texto:

• Convocatoria del Precursor (3,2b-3). “En el desierto”: Aunque hijo de sacerdote, el Bautista deja atrás el Templo y opta por el desierto para encontrarse con el Dios Vivo. Juan predica un bautismo como signo de un cambio definitivo, para toda la vida. Al sumergir a la gente en las aguas del Jordán, este bautismo simboliza una nueva travesía de este río, para entrar en la Tierra Prometida. Los israelitas hicieron este paso al final del Éxodo, según las leyendas (1200), y después del Exilio de Babilonia (538). El Precursor pide a quienes le escuchan una determinada conducta, que no se refiere al cumplimiento de normas legales, como hacían los fariseos, sino a actitudes interiores en relación con el prójimo. Esto es un avance sobre la mentalidad oficial. Lección: Para el Bautista, la espiritualidad que no se preocupa por la vida de todos, no es la espiritualidad que Dios quiere.

• Diálogos sobre la conversión (3,10-14). “¿Qué debemos hacer?” La pregunta es una prueba de la sinceridad de quienes se acercan a Juan. En la conversación con la gente, con los publicanos y con los soldados, el Bautista indica que la aceptación del Reinado de Dios, exige despojarse de la actitud de discriminación y de la del privilegio. Para él, el Reinado de Dios germinará en una humanidad fraterna, donde nadie reclame para sí la posesión de un plus a costa de la indigencia de los otros. Moraleja: Si la sinceridad me permite “tocar fondo” en alguna adicción o esclavitud, o me quedo en el abismo, o trato de superarme. Jesús está dispuesto a ayudarme.

• Anuncio de la venida del Mesías (3,15-18). “El pueblo estaba a la expectativa, y se preguntaban si Juan no sería el Mesías”. Muchos así lo creyeron, incluso después de su martirio. El Evangelista redacta el texto según la fe cristiana: Jesús es el Mesías; Juan es su Precursor inmediato. La motivación del uno y del otro cambia radicalmente, según la imagen de Dios que cultivan: El Bautista afirma que la aceptación por parte de Dios es la meta; el Nazareno dice que esto es el punto de partida. El Precursor llama a actuar correctamente para ser aceptados por Dios; Jesús invita a descubrir el amor, que es Dios dentro de nosotros, y, a obrar conforme a las exigencias de esa presencia. El objetivo de Juan es escapar a la ira de Dios; el del Nazareno es imitar a Dios en su entrega con total generosidad. Mensaje: Reconocer lo que Dios es para nosotros, obliga a ser como Él.

Adviento III Lunes (aquí)