EVANGELIO DOMINICAL

Domingo 18º durante el año


Lecturas: Eclesiastés 1,2; 2,21-23 / Salmo 89,3-6.12-14.17 / Colosenses 3,1-5.9-11 / Lucas 12,13-21

Botón homilético - Francisco Quijano

 Con motivo de muertes y desgracias, la gente del campo en México acostumbraba decir: «Uno no tiene la vida comprada». La parábola del terrateniente rico que se dijo: «Ya tienes bienes acumulados para muchos años, descansa, come, bebe y date a la buena vida», es una ilustración del dicho campesino.

 Vivimos en un medio cultural contradictorio: por un lado, una tendencia a asegurar el futuro, con razón si se trata de seguros y previsiones sociales, sin razón si se trata de acumular bienes. Por otro, ansiedad ante el futuro por pérdida del trabajo, violencia, extorsión de grupos criminales, masacres, guerras todavía como en Ucrania.

 ¿A qué nos invita Jesús con la parábola del terrateniente rico? «Eviten la codicia». «La vida no depende de la abundancia de los bienes». «No amontonen para sí, háganse ricos de lo que vale ante Dios».

Qohélet constata: «Hay quien se agota trabajando, pone en ello todo su talento, su ciencia, su habilidad, luego tiene que dejárselo a otro que no trabajó. Vana ilusión y gran desventura».

• En consonancia con la parábola evangélica y las sentencias del Qohélet antiguo, doy la palabra a un Qohélet contemporáneo, Gabriel Zaid, sobre la producción inútil y el consumo inagotable que arruinan nuestra libertad de disfrutar la vida.

 «Aspirar a la plena realización de la humanidad enaltece la vida, por el simple hecho de proponerse más. Pero ¿qué tanto más? ¿O qué tipo de más? Hay un más cualitativo que le da más sentido a la vida. Hay un más cuantitativo que puede ser contraproducente.

 »Pero si algo caracteriza al siglo xx es el más cuantitativo. Nunca se había producido tanto, consumido tanto, acumulado tanto, despilfarrado tanto, como en este siglo…

 »Hay un apólogo que expresa la sabiduría campesina sobre la desmesura. El diablo le ofrece tierra a un campesino, a cambio de su alma. ¿Cuánta? Toda la que abarque, recorriéndola a pie. El campesino empieza a caminar, con un largo rodeo que se vuelve cada vez más largo. Empieza a correr, para abarcar más y más. No se anima a cerrar el círculo y volver al punto de partida, aunque se va quedando exhausto. No se anima a descansar. Divisa cada vez más tierras prometidas y prometedoras. Agotado, cae muerto. Entonces llega el diablo con una pala de sepulturero, y le dice: “Creo que no necesitabas más que un terrenito de un metro de ancho y dos de largo”.

 »Así seguimos siendo los hijos de Adán y Eva, aunque ahora nos creemos superiores a los campesinos. Perseguimos fantasmas de una libertad que finalmente nos esclaviza, de una abundancia que finalmente no hacía falta». [Abundancia y libertad]

 «Los aumentos de productividad pueden usarse de dos maneras: para trabajar menos o para producir más. La especie, hasta el momento, y sobre todo desde la llamada revolución industrial, ha preferido renunciar al tiempo libre, producir más, autoexplotarse para acumular más de lo que puede consumir […] Utilizar el tiempo libre para trabajar tiempo extra cada semana permite comprar cosas finalmente inútiles, porque uno se queda sin el tiempo y la libertad de disfrutarlas, aunque estarán ahí, como un patrimonio de posibilidades: salas y comedores pretenciosos, colecciones de libros para hacerse culto, cursos de idiomas, cámaras, grabadoras. Todas las maravillas que la productividad moderna abarata y permite adquirir pero no disfrutar». [Tiempo o cosas, en El progreso improductivo]

 

Lecturas: Qohelet y Colosenses

 Un autor anónimo, cuyo seudónimo es Qohélet, que significa asambleísta, vivió entre el siglo IV y el III aC. Quiso comprender el sentido de la vida y se topó con la muerte. Comprende que la muerte termina en nada y, a la vez, cae en la cuenta de que ese límite inexorable es una invitación a aprovechar las tareas y goces de la vida cotidiana. Es otra versión del Carpe diem del poeta romano Horacio: Aprovecha, goza este día. Las reflexiones de Qohélet son de sorprendente actualidad.

 San Pablo ofrece otras pistas para encontrarle sentido a la vida. Dice: Su vida está desde ahora oculta con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, nuestra vida, ustedes también aparecerán con él revestidos de gloria. Piensa, medita, busca qué es lo que hay oculto en ti, que puede ser origen y fuente de un manatial de felicidad en tu vida y en la vida de quienes conviven contigo.

 

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Claves para la homilía - Julián Riquelme

 Contexto  Palestina, año 30: Varias personas piensan que las riquezas son signos de la bendición de Dios (cf. Gn 49,25; Dt 28,1-4).  Grecia, año 80: Hay gente que se deja tentar por la codicia, que es el deseo desordenado sobre todo por el dinero. La codicia se convierte así en la raíz de conflictos personales, familiares y sociales.

 Sentido El Evangelio contiene una "enseñanza sobre las riquezas". En el texto se pueden distinguir las siguientes partes:

 Diálogo (Lc 12,13-15). A partir de un conflicto particular, Cristo orienta la atención hacia un mensaje fundamental: La verdadera felicidad del ser humano no es objeto de dominio, como pueden ser los bienes de la tierra. Por tanto, hay que tener cuidado con la codicia. Lección: Jesús da aquí a la Iglesia una regla de oro: la Iglesia no ha sido nombrada árbitro o juez del mundo de la economía; por eso, no es quién para ofrecer un programa político-económico concreto.

 Parábola (Lc 12,16-20). La acumulación de riquezas conlleva varios peligros: la autosuficiencia y la instalación, el olvido de la condición de criatura y el ignorar a los pobres. En la comparación ofrecida por el Señor, el hombre rico en bienes y cosechas, no es maduro ante Dios, pues prácticamente ha perdido el sentido de la vida: "¿Y para quién será lo que has amontonado?" (Lc 12,20). Moraleja: La Iglesia sí debe ofrecer una inspiración determinada, según la cual los sistemas económico-políticos pueden ser juzgados éticamente.

 Invitación (Lc 12,21). Jesús llama a caminar con sencillez ante "los ojos de Dios", es decir, a considerar a Dios como Padre, a ser abiertos a todas las personas, y a amar con responsabilidad. Lo esencial es vivir la experiencia del Reinado de Dios. Este es el camino para renovar radicalmente las personas y el mundo. Mensaje: Trabajar para vivir es una necesidad; vivir para trabajar, una desgracia; y acumular riquezas, una injusticia.

Semana XVIII: Lunes (aquí)