Lecturas: Habacuc 1,2-3.2,2.4 / II Tim 1,6-8.13-14 / Lucas 17,3-10
Botón homilético: Francisco Quijano
• ¿Por qué habrán pedido a Jesús sus discípulos: «¡Auméntanos la fe!»? ¿Qué les había dicho Jesús inmediatamente antes? «Si tu hermano te ofende siete veces al día y siete veces vuelve a ti diciendo que se arrepiente, perdónalo» (v. 4).
• Haz esta suposición: ¿qué te sería más fácil: arrancar árboles de cuajo y lanzarlos al mar o perdonar a tu hermano que te ofende siete veces al día? Lo dudarías tal vez: quizá resulta más difícil perdonar a mi hermano.
• Mira la violencia que se instala en las familias, en las sociedades, en los países. No tienes que mirar muy lejos: en lo que va del actual gobierno en México, ha habido ya más de 126,000 asesinatos; en seis meses de guerra en Ucrania, hay decenas de miles civiles muertos y más de seis millones y medio de refugiados.
• El profeta Habacuc predica por los años 622 a 612 aC bajo el dominio de Asiria y la amenaza de Babilonia. Grita a Dios: «¿Hasta cuándo, Señor, pediré auxilio sin que tú escuches? ¿Hasta cuándo te gritaré: ¡Violencia!, sin que tú salves?»
• El profeta increpa a Dios: «¿Por qué me haces ver crímenes y te quedas mirando la opresión? No veo más que saqueo y violencia, hay contiendas y aumenta la discordia».
• Sus reclamos bien pueden ser los nuestros hoy en día. Esta violencia parece ser una lacra de la condición humana: en la familia y la sociedad, entre países, en la historia, hay una secuencia interminable de ofensas, conflictos, discordia, violencia, crímenes, guerras. ¿Habrá algún remedio?
• Habacuc se reflexiona: «Me pondré de centinela, haré la guardia observando atento a ver qué me dice, qué responde a mi reclamo». Se da cuenta de que debe tener confianza en Dios y mantenerse firme en su lucha por la paz.
• Escucha una voz que le dice: «Escribe esta visión que tiene un plazo fijado, ansía llegar a la meta, no fallará: mira, el soberbio fracasará, pero el justo por su fe vivirá».
• San Pablo cita esta sentencia al comienzo de su alegato acerca de la fe: «La Buena Nueva manifiesta la justicia de Dios por la sola fe, según está escrito: el justo vivirá por la fe» (Rom 1,17). «Solo por la fe»: fue la consigna de Martín Lutero.
• Cuenta el Reformador que le atormentaba este pensamiento de san Pablo: «El Evangelio manifiesta la justicia de Dios». Sentía el agobio de un Dios justiciero, a pesar de sus esfuerzos por obrar bien. Hasta que tuvo una intuición: la justicia de Dios no es justicia punitiva sino justicia que salva: es su bondad y su poder que se vuelcan sobre una humanidad pecadora para rescatarla.
• En medio de guerras y violencias, de amenazas contra la paz y la seguridad, hay que tener fe y permanecer vigilantes. Una plegaria eucarística de reconciliación reza así: «En una humanidad dividida por las enemistades y discordias, Tú diriges las voluntades para que se dispongan a la reconciliación» «Con tu acción eficaz consigues que las luchas se apacigüen y crezca el deseo de la paz; que el perdón venza al odio y la indulgencia a la venganza».
• La sola fe como una semilla de mostaza es lo que se necesita para perseverar en la amistad con Dios y rehabilitar a nuestra humanidad maltrecha por crímenes y pecados, discordias y conflictos, odios y envidias.
• Esta obra de reconciliación tiene su origen, su eficacia y su término en Dios. Al final de cuentas, nosotros diremos: «Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber».
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Claves para la homilía: Julián Riquelme
• Contexto - Palestina, año 30: Los discípulos conservan la mentalidad judía del realizar una obra para alcanzar una recompensa, el "yo te doy para que tú me des", el cumplir lo mandado por razones legales o rituales, dejando de lado el amor. - Grecia, año 80: Ambiente social poco religioso, donde los trabajos no son considerados un servicio, sino que se realizan para sobresalir, llamar la atención o conseguir méritos sociales.
• Sentido El Evangelio trata de “la fe como confianza y fidelidad a Dios". Descubrir lo que realmente somos, puede ser la clave para una verdadera confianza en Dios, en la vida, y en la persona humana. El texto puede dividirse en tres partes:
• La corrección fraterna (17,3b-4). Cuando ocurre una ofensa entre dos hermanos, conviene aclarar la situación para no fomentar las divisiones. El ofensor ha de mostrar su buena voluntad, reconociendo su falta. El ofendido ha de estar dispuesto a perdonar a quien se arrepiente con sinceridad.
• La petición de fe de los discípulos y la respuesta de Jesús con el ejemplo de la morera trasplantada (17,5-6). Los Apóstoles dicen a Cristo: «Auméntanos la fe» (Lc 17,7). Pero, según Jesús, Dios no tiene que aumentarnos la fe, porque la fe no se puede aumentar desde fuera, sino que tiene que crecer desde dentro, como el insignificante grano de mostaza. Es un don de Dios, que ya ha sido dado en germen a todo el mundo. Por tanto, contemplando a cada una de las criaturas, podemos descubrir lo que Dios está haciendo en ellas en cada momento. Con la imagen de la morera trasplantada y con la de la montaña que se mueve, el Evangelio dice que toda la fuerza de Dios está ya en cada uno de nosotros. El que tiene confianza, podrá desplegar toda esa energía. La fe no es cantidad, sino una actitud personal, fundamental y total, que imprime una dirección definitiva a nuestro peregrinar. Es encontrar a Dios y su Amor, a pesar de nuestras calamidades. Es apostar por la creación: confiar en las criaturas y en el ser humano por lo que tienen de Dios.
• La parábola del servidor sencillo, cuya única obligación es hacer lo mandado sin buscar mérito (17,7-10). Jesús no pretende decir que nosotros somos siervos inútiles, sino que el que trabaja por el Reino no debe esperar recompensa. Ayudar al hermano se convierte en una obligación, desde que hemos empezado a seguir a Jesús, y no podemos enojarnos, ni resentirnos, si nuestra actividad no conlleva posteriormente un premio o un homenaje. Solo quien sirve a los demás, como parte de su nueva condición cristiana, evitará vivir resentido con el mundo, porque no ha sabido admitir su valiosa colaboración.
Semana XXVII: Lunes (aquí)
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