Lecturas: Isaías 11,1-10 / Romanos 15,4-9 / Mateo 3, 1-12
Botón homilético: Francisco Quijano
• Adviento es tiempo de esperanza y la esperanza es virtud extrema que consiste en confiar que se alcanzará lo que parece inalcanzable. La esperanza tiene una dimensión doble. Humana: con arrojo y audacia esperar logros muy difíciles. Sobrehumana: con decisión y confianza esperar de Dios lo que solo Dios puede darte: Dios mismo.
• Adviento es anuncio del nacimiento de Jesús y este anuncio es la semilla que fructificará en la vida pública, la pasión, la muerte y la resurrección de Jesús. Como de la vida oculta de Jesús sabemos muy poco, por eso los pasajes bíblicos de este tiempo adelantan la vida pública de Jesús como los adelantos de las películas.
• Juan Bautista anuncia: «Conviértanse, porque el Reino de los Cielos está cerca». Ese será justamente el anuncio central de Jesús y el empeño de toda su vida consistirá en mostrar con signos y acciones que ese Reino ya está presente y activo en medio de la gente.
• Juan el Bautista dice: «De estas piedras Dios puede hacer surgir hijos de Abraham». Otro profeta antiguo, Ezequiel, había dicho en nombre de Dios: «Les quitaré el corazón de piedra y les daré un corazón de carne».
• Jesús llama a la conversión y su invitación hará eficaz la esperanza anunciada por Ezequiel y Juan: Dios mismo, por el perdón gratuito de los pecados, transforma los corazones de piedra en corazones de carne. ¿Qué significan estas palabras, indudablemente metafóricas, que aluden a una alteración radical de las cosas?
• Personas duras como piedra, corazones duros como diamante. Puede darse un empecinamiento en nuestra mente y nuestro corazón, en nuestra conducta. ¿A qué se debe? ¿Por qué se llega a formar un caparazón del yo tan duro como diamante?
• Este endurecimiento es como una sedimentación imperceptible de capas de materia que van sobreañadiéndose hasta conformar una costra. Con el tiempo, sin apercibirse, se crea una coraza protectora dentro de la cual uno se encierra.
• Si seguimos con estas imágenes quizá no lleguemos a desentrañar el sentido de la metáfora. No somos materia sedimentada, no somos piedra, no somos diamante, no somos coraza. Nuestra dureza, nuestro caparazón, está formado por hábitos, costumbres, maneras rutinarias de sentir, hacer y pensar.
• Si creemos que estas formas de ser tienen la dureza de una piedra, que son un caparazón inquebrantable, los profetas –Juan, Ezequiel, Jesús– te dicen: No. Tú eres una criatura viva, tú estás llamada a crecer, florecer y dar fruto.
• Estas voces proféticas te invitan a redescubrir en ti una vitalidad que no es solo tuya, es también del Espíritu de Dios, que transforma mentes enceguecidas y corazones endurecidos, a lo cual alude este breve poema de Gabriel Zaid:
Acata la hermosura
y ríndete,
corazón duro.
Acata la verdad
y endurécete
contra la marea.
O suéltate, quizá,
como el Espíritu
fiel sobre las aguas.
Lecturas: Isaías y Romanos
• Este oráculo mesiánico es una de las expresiones culminantes de la inspiración poética de Isaías. No es una adivinación del futuro, su referencia directa es un vástago del rey Ajaz, pero apunta a una realización definitiva en Jesús, vástago de la dinastía de David. Por eso, forma parte de la Liturgia de Adviento y Navidad.
• El poema presenta a un rey ideal: «Saldrá una rama del tronco de Jesé, un retoño brotará de sus raíces. Sobre él reposará el Espíritu del Señor: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de ciencia y de temor del Señor». En la liturgia y la teología, este pasaje alude a los dones del Espíritu Santo.
• El poema presenta también un panorama paradisíaco: el mesías por venir juzgará con justicia y sentenciará con rectitud. Su reinado traerá la paz universal, representada por unas escenas inverosímiles de concordia entre animales depredadores y sus presas: lobo y cordero, leopardo y cabrito, ternero y león, hasta un niño meterá la mano en el agujero de la cobra.
• San Pablo señala en este pasaje las notas de la esperanza teologal o sobrehumana, esa que Dios siembra en nuestros corazones para que Él y nosotros la cultivemos:
Constancia y consuelo por la palabra de Dios, acogerse unos a otros como Dios nos ha acogido, confiar en la fidelidad de Dios que cumple sus promesas, glorificar a Dios con un solo corazón y una sola voz por su misericordia. En estas disposiciones consiste la esperanza en Dios.
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Claves para la homilía: Julián Riquelme
• Contexto - Palestina, año 30: En tiempos del Bautista, la gente sufre la opresión política de los romanos y la opresión religiosa de los fariseos y saduceos, y a la vez espera la Venida del Reinado de Dios. - Antioquía (Siria), año 80: Hay que vivir y anunciar la "conversión" del corazón, de la mentalidad y de las actitudes.
• Sentido El tema del Evangelio es: "El Bautista anuncia al Mesías, que está por llegar". El texto se podría dividir así:
• Resumen de la misión de Juan (3,1-6). El Precursor aparece en el desierto, y mantiene encendida la llama de la esperanza. Su convocatoria es apremiante: "Conviértanse". Impacta su testimonio de vida. Muchos se ponen en camino, allanando senderos de justicia. Se hacen bautizar en el río Jordán, y crean nuevas rutas. Lección: Para el Reinado de Dios no valen los privilegios dinásticos: no basta ser hijos de Abraham. La gratuidad y universalidad del don de Dios lleva consigo las sorpresas de los desplazamientos insospechados,
• El Bautista predica la conversión (3,7-10). A las personas, que vienen con distintas actitudes a bautizarse, Juan les aclara que la "conversión" sincera es cambiar la dirección de nuestro caminar. Para la verdadera conversión, no basta el orgullo de raza, como pertenecer al pueblo de Abraham; es necesario revisar nuestros prejuicios, seguridades y convicciones, para que coincidan con la actitud del Dios de la vida. Moraleja: ¿Por qué creer, entonces, que el “occidente cristiano” tiene el monopolio del Reinado de Dios?
• El Precursor anuncia la Venida del Mesías (3,11-12). Juan compara su ministerio con el del Futuro Liberador: el Precursor bautiza con agua para convocar a la práctica de la justicia; sin embargo, el Mesías será el Líder del Nuevo Pueblo, enriquecido por el Espíritu Santo y por el fuego del amor de Dios. Si bien con imágenes justicieras, el Bautista invita a cada persona a responsabilizarse de sus actos ante el Liberador, que está por llegar. Mensaje: La noción bíblica de justicia es mucho más honda y vasta que la nuestra. Es ciertamente darle a cada uno lo que se le debe, pero es que la Biblia dice al hermano prójimo se le debe todo; se le debe no una justicia conmutativa sino además un amor, un afecto, una donación pródiga, rebosante. Justicia quiere decir perfección, plenitud. Lo vemos en la donación que Jesús hace de su vida y su persona en el misterio pascual, actualizado por la Eucaristía.
Adviento II: Lunes (aquí)
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