EVANGELIO DOMINICAL

Santa María Madre de Dios


Lecturas: Números 6.22-27 / Gálatas 4,4-7 / Lucas 2, 16-21

Botón homilético: Francisco Quijano

• Al ser circuncidado como cualquier niño judío, el hijo de María recibió el nombre de «Joshúa» «Jesús», que significa «Yahveh salva». Él entra en nuestra historia, comparte nuestra vida, a fin de recrearla y conducirla a la plenitud de Dios. «Jesucristo es el mismo ayer, hoy y por todos los siglos» (Hb 13, 8).

• Al rezar el «Ave María» decimos: «Santa María Madre de Dios». Confesar que María es Madre de Dios es confesar que Jesucristo ha venido en carne mortal. Confesar estos dos misterios es cantar: «Y Dios se hizo hombre y el hombre se hizo Dios... Ave María, Ave María, Ave María».

• La primera desviación de la fe en la Palabra hecha carne, que es Jesús, Hijo de Dios e Hijo de María, fue el «docetismo». La palabra deriva del verbo griego δοκέω / dokeô», que significa: «parecer, aparecer»; de ahí: «apariencia, parecerse a…».

• Al aplicar a Jesús esa forma de pensar, resulta que ese Jesús, que es Hijo de Dios, que es la Palabra hecha carne, no es en realidad un ser humano como cualquier mujer o varón. Ese Jesús es solo una apariencia de ser humano, porque el Hijo de Dios, la Palabra de Dios, no puede ser en realidad un ser humano.

• Esta cuestión, por extraño que nos resulte hoy en día, se discutió acaloradamente en dos Concilios Ecuménicos, en Éfeso el año 431, y en Calcedonia, suburbio de Bizancio, en 451.

• En Éfeso, por propuesta del obispo Cirilo de Alejandría, se declaró que María es Madre de Dios, que su Hijo es realmente Dios.

• En Calcedonia, frente a Bizancio en el estrecho de Bósforo, por propuesta del Papa León Magno, se declaró finalmente que Jesús es «consustancial con el Padre en cuanto a la divinidad, y el mismo consustancial con nosotros en cuanto a la humanidad».

• Con lo cual quedaron resueltas las controversias durísimas de los primeros siglos del cristianismo acerca de la identidad misteriosa, que lo es absolutamente, de Jesús, Hijo de Dios e Hijo de María.

• Por tratarse de un misterio que sobrepasa por completo toda capacidad humana de entendimiento, no faltarán nunca controversias e interpretaciones acerca de Jesús: Quién es Él.

• Hay que tener en cuenta estos hechos, que atañen al núcleo esencial de la fe en Cristo, para no equipar a ellos las dificultades que tenemos hoy en día en la Iglesia sobre asuntos de menor calado.

 

Lecturas: Números y Gálatas

• El mundo, todo lo que existe, la multitud de criaturas humanas, nuestra historia, todo ello es bendición de Dios. «Bene dicere» «Decir bien»: palabra buena, eficaz, que crea cosas buenas, que hace bien escucharla, que colma de bondad.

• Así entendían su vida los israelitas hace siglos, la bendición de Dios los acompañaba: «El Señor te bendiga y te proteja, haga resplandecer su rostro sobre ti y te conceda su favor, te mire con benevolencia y te conceda la paz» (Nm 6, 24-26).

• Esta visión de nuestro mundo, nuestra historia y nuestras vidas, como una indefectible bendición de Dios es un misterio, no es fruto de intuiciones nuestras. Ver las cosas así es, ello mismo, una bendición. Lucas nos invita a adentrarnos en este misterio con la madre de Jesús: «María guardaba todas estas cosas y las meditaba en su corazón».

• Nuestra historia, en cambio, parece ser otra cosa: un mentís a la bendición de Dios. El coronavirus ha puesto en evidencia el carácter vulnerable de nuestra vida. Una realidad que nos corresponde como criaturas mortales. Lo sabíamos, ahora lo padecemos.

• La pandemia ha sacado a luz también conductas responsables e irresponsables al enfrentarla. Esa es otra forma de vulnerabilidad debida a la falibilidad de nuestra consciencia y nuestra libertad.

• En México, la irresponsabilidad de las autoridades de salud no fue un simple descuido o una mera negligencia: fue una ineptitud sistemática propiciada por esas mismas autoridades.

• En México igualmente la violencia desatada, la impunidad flagrante, las masacres, las personas desaparecidas, todo ello es resultado de una política de seguridad estrepitosamente inepta, hasta coludida en muchos casos con los grupos criminales.

• Pese a ello hay una garantía de que la bendición de Dios es indefectible. Dice san Pablo: «Al llegar la plenitud de los tiempos, envió Dios a su Hijo, nacido de mujer, para rescatar a los que estaban sometidos a la ley, y recibiéramos la condición de hijos de Dios» (Gal 4, 4-6).

• «Ley», en este contexto y en el nuestro actual, no es el dictado recto de la razón para conducir nuestra vida; representa todas las desgracias que nos abruman justamente por obrar a lo loco de forma ajena a toda razón y sensatez.

⦁ Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682) La Virgen y el Niño

 

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Reflexión: Julián Riquelme

• Contexto - Palestina, año 1: Se considera a los pastores como gente perdida, alejada y manchada, por no observar las leyes ceremoniales. - Grecia, año 80: La comunidad cristiana no puede quedar encerrada en el legalismo judío, sino que tiene que abrirse a los pobres y a los paganos.

• Sentido El Evangelio se refiere a loa “Ocho primeros días de Jesús”. El texto se puede dividir en tres partes:

• Ida de los pastores al pesebre (Lc 2,16). Ellos deciden ir a Belén, porque son personas necesitadas, que esperan un Mesías y creen en la Palabra de Dios, comunicada por los Ángeles. En Belén contemplan un hecho esperanzador: “Encontraron a María, a José y al recién nacido acostado en el pesebre” (Lc 2,16b). Lección: Encontrarse con Jesús es el fundamento de nuestra fe cristiana.

• Proclamación de los pastores y su retorno (Lc 2,17-20). Inspirados en la Palabra de Dios, quienes cuidan rebaños en el campo, al ver al niño, afirman sentidos nuevos: según ellos, amanece la aurora de una nueva humanidad. Quienes los escuchan se extrañan, se sorprenden y se asombran. Los pastores retornan con más optimismo a sus labores diarias, porque ven la victoria de Dios Padre y de su Cristo, y porque se sienten apoyados por una fuerza divina en su peregrinar. Moraleja: María es Madre de Dios, porque antes de concebir a Cristo en su seno, aceptó colaborar con el Amor de Dios Padre para la salvación de todos; la comunidad cristiana ha de actualizar la misión liberadora de Jesús desde su corazón.

• Imposición del nombre de “Jesús” (Lc 2,21). El Niño tiene apenas ocho días, y es llevado al templo. Se celebra su circuncisión, como es costumbre en Israel. Esta celebración tiene una triple finalidad: 1ª Darle un nombre, que ha de coincidir con su vocación o misión, y que en este caso lo indicó el Ángel (Lc 1,31c); 2ª Incorporar inicialmente al párvulo a la pertenencia del pueblo; 3ª Comprometer a los padres en ayudar en la vocación del hijo. Mensaje: El nombre de Jesús quiere decir “liberador”; con ello se alude a Moisés, que fue liberador del pueblo de Israel, contra la opresión faraónica. La fe cristiana solo se comprende desde un serio compromiso por la humanización, en todos sus aspectos.

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