ORAR CON LA BIBLIA

El Dios de Israel bajo cuyas alas has venido a refugiarte
— Hna. Carmenza Avellaneda Navas

El Libro de Rut es una casa a la cual se puede entrar por muchas puertas. Dos mujeres protagonizan el relato, con una misteriosa presencia de Dios; un hombre y un niño sorprenden al lector. Su lectura conduce a insospechados espacios de luz y esperanza.

Hacia otra tierra…

Elimelec, su mujer, Noemí, y sus dos hijos dejan la tierra de Israel y van a la planicie de Moab en busca de bienestar. Ambos jóvenes contraen matrimonio con mujeres moabitas; años después muere su padre y ellos sin dejar descendencia. Quedan tres mujeres viudas: Noemí y sus nueras, Rut y Orfa.

Desconsolada, sin razones para vivir en Moab, Noemí escucha la buena noticia de la abundancia de trigo en Belén (que significa: casa del pan) y decide emprender el camino de regreso a su tierra. Quiere volver ella sola, pero sus nueras no la dejan; por lealtad a sus maridos, deciden acompañarla. El amor es la respuesta al drama que golpea sus vidas. En el camino Noemí insiste en que vuelvan a casa de sus padres. Orfa (a saber: la que da la espalda) se despide y vuelve a su pueblo, Rut (la amiga) se une a ella con la fórmula de alianza de Dios con el pueblo de Israel. Estas palabras son la clave del libro: «No insistas en que te deje y me vuelva. A donde tú vayas, yo iré; donde tú vivas, yo viviré; tu pueblo será el mío, tu Dios será mi Dios; donde tú mueras, allí moriré y allí me enterrarán”» (Rt 1,15-17).

Una opción radical: despojarse para encontrar vida, fecundidad, esperanza…

Rut renuncia a su historia, ancestros, valores, cultura, costumbres… Elige un pueblo y una fe ajenos. Renuncia a también a su futuro: casarse, ser fecunda, todo por cuidar a su suegra. Aquí tocamos el misterio del encuentro con Dios. Imbuida en la idolatría moabita, Rut no tiene ningún antecedente favorable para realizar su nuevo destino; busca su identidad y descubre al Dios de la promesa.

A diferencia de su suegra, agobiada por la amargura, Rut traerá a Belén la riqueza de la compasión, la fidelidad, el desvelo de Dios, se comporta como ¡verdadera hija de Abraham! En Belén buscará el sustento para ambas, irá a espigar en el campo de un hombre generoso:

«Fue a parar a una de las tierras de Booz, de la familia de Elimelec, y en aquel momento llegaba él de Belén y saludó a los segadores: “¡El Señor sea con vosotros!” Respondieron: “¡Dios te bendiga!” Luego preguntó al mayoral: “¿De quién es esa chica?” El capataz respondió: “Es una chica moabita, la que vino con Noemí de la campaña de Moab” … Entonces Booz dijo a Rut: “Escucha hija, no vayas a recoger espigas a otra parte, no te vayas de aquí” …  Rut se echó, se postró ante él por tierra y le dijo: “Yo soy una forastera, ¿por qué te he caído en gracia y te has interesado por mí?” Booz respondió: “Me han contado todo lo que hiciste por tu suegra… El Señor te pague esta buena acción. El Dios de Israel, bajo cuyas alas has venido a refugiarte, te lo pague con creces”. Ella dijo: “Ojalá sepa yo agradecerte, Señor, me has consolado y has llegado al corazón de tu sierva”» (Rt 2,3-6-13).

Precioso episodio de un encuentro que prepara el porvenir. Delicada y bondadosa actuación de un hombre rico en bienes, de corazón generoso, justo, honrado, cuyo nombre significa fuerza de Dios. Gracias a él, Dios, que es protector y madre, lleno de ternura y misericordia, consolador de los pobres, se manifiesta… (cf. Os 11,4).

Noemí va haciendo también el camino de su reencuentro con Dios que es consuelo y amor, se interesa por el porvenir de la joven viuda: «Tengo que buscarte un hogar donde vivas feliz» (Rt 3,1-18)

La joven moabita hace cuanto Noemí le aconseja. Al rogar a Booz que extienda su manto sobre ella, le está pidiendo ser su esposa. Rut actúa con audacia. Booz, sorprendido, le promete hacer cuanto le pide y la bendice: «El Señor te bendiga, hija… No tengas miedo, que haré por ti lo que me pides; porque todos los del pueblo saben que eres una mujer virtuosa» (Rt 3,10-11).

Cumplidos los requisitos de la ley, las bodas se realizan. Dios hace fecunda su unión, nace un hijo, Obed, servidor de Dios. Las mujeres dijeron a Noemí: «Bendito sea Dios, que te ha dado hoy quien responda por ti… porque te lo ha dado a luz tu nuera, la que te quiere tanto, que te vale más que siete hijos».

Noemí se reconcilia con Dios, consigo misma, con la vida. Las bendiciones se suceden… A la alegría del nacimiento se añade la alegría de su significación: «La tierra ha dado su fruto, Dios, nuestro Dios, nos bendice» (Salmo 67,7). La moabita entrará en la genealogía de Jesús, el Cristo, según el evangelista Mateo.

Rut, una pista para comprender realidades…

Si al libro de Rut se puede entrar por muchas puertas, tomemos las llaves que nos permiten abrirlas: bendecir; volver, retornar, convertirse; permanecer; recoger; liberar, rescatar; emigrar, sellar alianzas…

En la hora actual de tantos desplazamientos humanos en busca de bienestar, a causa de guerras, violencia, hambre… el libro de Rut aporta luces y criterios de acción, nos enseña a identificar al otro en su alteridad, reconociéndolo y aceptándolo cordialmente. Permite descubrir al Señor en cada persona, cada acontecimiento, en la historia. Sus cuatro capítulos son oración que se transforma en acción y acción que asciende en oración.

• Rut y Booz - Dibujos de Rembrandt 

 

Septiembre 2016