PALABRA DEL MES

¿Qué mundo queremos?
— por Francisco Quijano

Un poema para el fin del siglo

Cuando todo iba bien
Y la noción  de pecado había desaparecido
Y la tierra estaba dispuesta
En paz universal
A consumir y disfrutar
Sin dogmas ni utopías,

Yo, por razones desconocidas,
Rodeado por los libros
De profetas y teólogos,
De filósofos, poetas,
Buscaba una respuesta,
Enfadado, gesticulando,
En la noche al despertar,
Rezongando al amanecer…

Terminó un milenio y comenzó otro hace unos años. A principios de los 90, Francis Fukuyama publicó un libro con un título llamativo: El fin de la historia y el último hombre. Más extraña resultó la idea central de la obra: con la difusión de la democracia liberal de occidente en todo el mundo, llega a su fin el conflicto entre ideologías que había provocado guerras y revoluciones sangrientas. Todo parecía discurrir en paz, como dice irónicamente Czelaw Milosz: 

Y resulta que en la década y media que llevamos del nuevo siglo el mundo se ha tornado convulso, inseguro, conflictivo, violento… Hay guerras, conflictos y tensiones que se arrastran desde el siglo pasado: Afganistán, Birmania, Somalia… A comienzos de este irrumpió el terrorismo de grupos fundamentalistas que pretenden inspirarse en la religión islámica. En el Oriente Próximo y Cercano hay guerras civiles: Siria, Irak; el ya viejo conflicto entre judíos y palestinos. Hubo un despertar democrático en países de cultura árabe y musulmana: Túnez, Libia, Egipto, Yemen… En Europa Oriental, Rusia hace valer su dominio en Ucrania, se adueña de Crimea, amenaza a los Países Bálticos. En el Extremo Oriente China busca imponer su hegemonía, Corea de Norte reta con amenazas de armas nucleares. En Europa y Estados Unidos todo parecía ir bien hasta el colapso de las finanzas especulativas en 2008, que afectó el bienestar de la mayoría de la gente. A lo cual se añade el éxodo de migrantes que huyen de zonas en conflicto en el Cercano Oriente, del hambre y la violencia en África Subsahariana. El Mediterráneo se convierte en abismo que se traga vidas humanas. Para colmo, regímenes democráticos de larga trayectoria vienen a ser el ámbito en el que surgen movimientos sociales que socavan la solidez de las propias instituciones que les permiten expresarse. ¿Qué está sucediendo?

Entonces el lobo y el cordero
irán juntos, y la pantera
se tumbará con el cabrito,
el novillo y el león engordarán juntos;
un chiquillo los pastorea;
la vaca pastará con el oso
sus crías se tumbarán juntas,
el león comerá paja con el buey…
No harán daño ni estrago
por todo mi Monte Santo,
porque se llenará el país
del conocimiento del Señor,
como colman las aguas el mar.

Una lectura clave de la liturgia de Adviento y Navidad es el poema de Isaías (11, 6-9) acerca de los tiempos mesiánicos:

Isaías proclama una utopía con imágenes de la paz paradisíaca de los orígenes de la humanidad. En el siglo XVI Tomás Moro ideó igualmente una utopía, que Vasco de Quiroga quiso hacer realidad un lugar –topos– preciso: el Reino Purépecha de Nueva España, que corresponde al actual estado de Michoacán. Emmanuel Kant escribió en 1795 su ensayo Sobre la paz perpetua. Karl Marx pronosticó el fin de las formaciones sociales explotadoras y anunció que la historia llegaría a su fin en la sociedad comunista. En el ámbito de la política mundial de manera práctica, la Organización de las Naciones Unidas, apoyándose en la Declaración Universal de los Derechos Humanos, se esfuerza con frecuencia inútilmente por dar cuerpo a estas utopías.

¿Podemos sustraernos de estos anhelos seculares? ¿No se ciernen tiempos sombríos? La esperanza no consiste en la creencia engañosa de que los sueños serán pronto una realidad. En este portal, Aung San Suu Kyi alerta contra este engaño: «Aunque no alcancemos una paz perfecta en la tierra, porque la paz perfecta no es de este mundo, los esfuerzos compartidos para lograr la paz unirán a las personas y a las naciones en la confianza y la amistad, y ayudarán a hacer que nuestra comunidad humana sea segura y más amable».

Si afinamos el espíritu, veremos que la esperanza se halla anclada sólidamente en nuestra historia: es la cruz del que anunció la utopía que abarca a toda la humanidad, el Reinado de Dios. ¿Cómo se torna real esta utopía en nuestra historia? En la cruz, justamente. No es un sueño ilusorio: es una participación en el fracaso y la muerte de Jesús, que es donde se renueva siempre la utopía del Reino.

 

 

Diciembre 2016