Botón homilético Francisco Quijano OP
Domingo 3º de Cuaresma (19.3.2017) Juan 4, 5-42
● En este botón homilético dejo la palabra a san Agustín en su estupendo comentario.
● Se sentó Jesús junto al pozo de Jacob. Y llega una mujer, que es figura de la Iglesia, viene ignorante, lo halla y algo sucede con ella. Veamos cómo y por qué. «Llega una mujer de Samaría». Los samaritanos no pertenecían a la nación judía.
● «Le dice Jesús: Dame de beber». Vean como se trata de extranjeros pues los judíos no usaban sus vasijas. Pero quien le pedía de beber, tenía sed de la fe de esa mujer. «Le respondió Jesús: Si conocieras el don de Dios y quién es el que te dice: Dame de beber, tú le habrías pedido a él y él te habría dado agua viva».
● El don de Dios es el Espíritu Santo. Habla a la mujer veladamente pero poco a poco entra en su corazón. ¿Qué exhortación más suave y amable que esta? «Si conocieras el don de Dios…». Hasta aquí la mantiene en suspenso.
● La mujer afirma indecisa: «Señor, no tienes con qué sacar, y el pozo es hondo». Vean cómo entendió ella el agua viva, o sea, el agua de aquella fuente. «De esta agua viva no puedes darme –piensa– porque no tienes pozo. ¿Quizá prometes otra fuente?».
● «Respondió Jesús: Todo el que bebiere de esta agua tendrá de nuevo sed; en cambio, quien bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré se convertirá en él en fuente que salta para vida eterna». Es evidente que prometía un agua no visible sino invisible, en sentido no carnal sino espiritual.
● No pasemos por alto que el Señor prometía la saciedad del Espíritu Santo, y ella no entendía aún. «Le dice la mujer: –Señor, veo que eres un profeta. Nuestros padres adoraron en este monte, y ustedes dicen que es en Jerusalén donde es preciso adorar–».
● «Le dice Jesús: –Créeme, mujer, llega la hora que ni en este monte ni en Jerusalén adorarán al Padre… porque llega la hora en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y verdad».
● No en un monte, no en un templo, sino «en espíritu y verdad, porque así quiere el Padre que lo adoren». ¿Por qué busca el Padre que lo adoren no en un monte, no en un templo, sino «en espíritu y verdad»? Porque «Dios es espíritu y es preciso que quienes lo adoran adoren en espíritu y verdad».
● ¡Si pudiera encontrar –decías– algún monte alto y solitario! Como yo creo que Dios está en las alturas, me oiría mejor desde las alturas. ¿Crees que por estar en un monte estás más cerca de Dios? ¿Crees que te va a escuchar en seguida, como si le llamases desde cerca?
● ¿Buscas un monte? ¿Quieres ascender? Asciende, pero no busques un monte. Si buscas un lugar alto, un lugar santo, ofrécete a Dios en tu interior como templo. ¿Quieres orar en un templo? Ora en ti. Pero sé primero templo de Dios, porque él escuchará en su templo al que ora.
⦁ Leer más ampliamente la explicación de san Agustín aquí
⦁ Giovan Francesco Barbieri, Il Guercino (1591-1666): Jesús y la samaritana, 1640
Claves para la homilía Julián Riquelme OP
◙ Contexto ► Palestina, año 30: Más de una vez el Jesús histórico se encontró con los samaritanos, pues Samaría quedaba entre Galilea y Judea, y el Nazareno era abierto. ► Jerusalén, año 100: Ya existían seguidores de Cristo en Samaría (Hch 1,8; 8,5-25; 9,31; 15,3), pero había que fortalecer la unidad de la fe en la persona de Jesús entre ellos y los de la Iglesia Madre de Jerusalén.
◙ Sentido El tema del Evangelio es “Jesús entre los samaritanos: ¿Cómo actúa?”. Esta catequesis manifiesta las siguientes actitudes en Cristo:
● Derriba fronteras para acoger (Jn 4,5-15). “¡Cómo! ¿Tú, que eres un judío?” (4,9): La sorpresa de ella se debe a que reúne en sí tres rasgos, que, a los ojos del “verdadero israelita”, la hacen despreciable y objeto de marginación: es mujer, es samaritana y es prostituta. “El que beba del agua que Yo le daré, nunca más volverá a tener sed” (4,14ª): El Nazareno se presenta como el Dador del Agua Viva; esta agua es símbolo del Espíritu de Dios; el Espíritu es único y Jesús histórico hizo la experiencia de Él; ahora, resucitado, Cristo posee la plenitud del Espíritu de Dios. “El agua que Yo le daré, se convertirá en él en manantial” (4,14b): El ser humano recibe esa Vida Nueva en su raíz misma, en lo profundo de su ser, y así el Espíritu de Dios, aunque constituye un principio vital en cada individuo, va creando la unidad en la diversidad. ⦁ Para colaborar con el Espíritu de Dios, es necesario buscarlo en lo hondo de uno mismo, como se extrae el agua de las profundidades de la tierra.
● Escucha para anunciar (Jn 4,19b-26). “La salvación viene de los judíos” (4,22): Los samaritanos poseen su templo en Garizim reconstruido el año 30 a. C.; los judíos no tienen el templo de Jerusalén, pues fue destruido por Tito y sus tropas el año 70; el redactor del Evangelio, en el año 100, estima que los judíos están en una situación más provechosa, porque han encontrado formas de culto más familiar, mientras que los samaritanos continúan con sus antiguos ritos más despersonalizados. “La hora se acerca, y ya ha llegado” (4,23): No es la hora cronológica, sino mesiánica; se refiere al instante en que Jesús manifiesta el Amor del Padre por todos, durante su Pascua (cf. Jn 13,1). “Dios es espíritu, y los que lo adoran, deben hacerlo en espíritu y en verdad" (4,24): Espíritu, en la mentalidad bíblica, significa que Dios es fuerza, dinamismo de amor, vida para los seres humanos; la liturgia ya no es tema de lugar físico (Jerusalén o Garizim), pues Dios está en todos y cada uno de los seres humanos, que pueden adorarlo “en espíritu y en verdad”. ⦁ Salgamos de una religiosidad sacrificial y entremos en una religiosidad profética y encarnada: porque la dedicación con amor al bien de los demás, ha de ser nuestro culto, desde el interior, al Padre, que vive en cada ser humano.
● Permanece para acompañar (Jn 4,39ª.40-42). Los samaritanos reciben a Jesús, y le piden que se quede un tiempo con ellos. Él acepta y los acompaña.- Los herejes pueden descubrir realidades más profundas de Dios, si son sinceros y desarrollan la capacidad de amar al prójimo.
⦁ Paolo Cagliari o Veronese (1528-1588): Cristo y la mujer samaritana, 1550
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