VIDAS Y AVENTURAS

Gloria Iglesias: La azafata que rescató de la calle a 170 personas
— Entrevista con Bruno Pardo

Publicada en Madrilanea.com, periódico digital fundado por estudiantes del Máster en Peridodismo, promoción 2011-2012, del periódico ABC y la Universidad Complutense de Madrid.
 

En el año 2000 Gloria Iglesias (1951) se acercaba al medio siglo, era azafata de tierra de Iberia y su sueldo le permitía tener una vida cómoda y sin preocupaciones económicas. Sin embargo, le faltaba algo. Desde pequeña, había hecho voluntariado en diferentes asociaciones, cuidando a niños con síndrome de down o que habían sufrido malos tratos. Ese año, cuando volvía a Madrid de un viaje a Lourdes, vio cómo todos aquellos enfermos de SIDA a los que había ayudado durante una semana se quedaban en la calle. No pudo soportarlo. Volvió a sus sueños de juventud y decidió montar su propia ONG: Proyecto Gloria. Ahora vive en un piso con nueve hombres que se están rehabilitando de vidas duras, repletas de violencia, adicciones y desarraigos familiares. Muchos están enfermos. A lo largo de estos 17 años ha salvado a más de 170. No tienen su sangre, pero son sus hijos, su familia.

Gloria me recibe ahí, en su casa, en el barrio madrileño de Delicias. Es un piso humilde, con más camas que mesitas de noche. En su forma de expresarse se destila eso que llaman experiencia vital. Ha llegado a los lugares más oscuros, esos que otros solo conocen por las escenas de Trainspotting, con tal de continuar su misión: salvar a otro hombre, otro más. Al principio compaginaba su trabajo en Iberia con la casa de acogida, después aceptó una prejubilación para dedicarse por completo a ella. Es su vida. Cuando las ayudas sociales empezaron a disminuir, tuvo que echar mano de su ingenio y decidió montar una tienda de muebles de segunda mano, un rastrillo. Ahora tiene dos. Junto a sus chicos recoge muebles por todo Madrid, los restaura y los vende. Lo que haga falta por seguir adelante. No siempre es fácil.

• Montar una ONG a los 50 años… Cuesta creerlo.

Yo pensé que ya era tarde. Cuando cumplí los 50 pensaba en esto como una ilusión, como un sueño imposible. Había hecho voluntariado desde pequeña. Había estado con niños con síndrome de down, con hijos de prostitutas, con niños que habían sufrido malos tratos… Yo tenía mundo. Pero quería una cosa mía. Y mira. Al final resultó que tenía que esperar. Esto no se puede hacer con 25 ni 30.

• ¿Cómo es crear desde cero una ONG?

Es muy difícil. Mucho. Muchísimo. La cantidad de papeles, de documentos que te piden es inmensa. Toda esa burocracia exige un año de dedicación. Eso para empezar. Luego está el tema económico. Las subvenciones no te las dan hasta que llevas un mínimo de tres años con la casa, porque antes no te cree nadie. Las autoridades dan el dinero a una causa que es ya estable, se quieren asegurar de eso. Con lo cual, al principio tienes que estar andando sola. Yo empecé con mis compañeros de Iberia, que me daban donaciones en la medida que podían. Y así, sin más ayuda que las aportaciones particulares, estuvimos cuatro años. A pelo.

Luego me dieron alguna que otra subvención, y estuve así entre cinco y seis años. Después las ayudas sociales decayeron. Ahí fue cuando ya tuve que buscarme la vida y montar lo del rastrillo. Y bueno, el rastrillo da para lo que da. Ya te digo que quizá este año sea crucial.

• Y con los chicos, ¿fueron difíciles los comienzos?

Los seis primeros años fueron durísimos. Hasta que he encauzado el río ha sido terrible. Me han dado guerra. Hay un chico que está aquí desde el comienzo que ha dado la guerra que no está escrita. Se quedó huérfano a los 3 años. Llevaba consumiendo 25 cuando entró. Estuvo dando vueltas por casas de acogida hasta que llegó aquí. Lo ha vivido todo. Tiene VIH, Hepatitis C… Me ha costado siete años sacarlo de todo. Ahora tiene trabajo, carnet, etc.

• ¿Cómo es el perfil de la gente que entra en la casa?

Al cabo de tantos años yo he tenido de todo. He tenido desde chicos con 16 años hasta personas con 72. Siempre chicos, por motivos de recursos: para acoger a chicas también necesitaría una casa más grande, con un baño separado para ellas. Aquí ha vivido gente de todas las clases sociales. Desde ingenieros hasta hombres que no sabían leer. Aquí les hemos enseñado a leer y ayudado a sacarse el graduado escolar. Muchos también han conseguido el carnet de conducir para poder ayudarme con la recogida de muebles. Algunos incluso se han graduado en la universidad.

• Al principio era una casa de acogida para enfermos de SIDA.

Sí, pero luego ya no era determinante. He tenido gente con cáncer, gente con trasplantes de riñón… Empezó por ser una casa para el SIDA, que en el año 2000 era un boom, pero luego había otras enfermedades que afectaban a mucha gente que no podía rechazar. He luchado con ellos, y todavía lucho, contra las drogas y contra el alcoholismo. Se trata de rehabilitar a gente sin techo, sin hogar, sin raíces. Eso te lanza de cabeza al alcoholismo y casi casi a las drogas.

• ¿Qué porcentaje de los que entran se rehabilitan?

He tenido mucha suerte. Sobre un 80%.

• ¿Cuánto tiempo pasan aquí?

Depende. No hay un límite de tiempo porque este tipo de personas no pueden tener un límite. Sí lo pueden tener en cuanto a disciplina, en cuanto a su deseo de conseguir una vida normalizada y dejarlo todo. Pero no les puedo decir «tienes seis meses para rehabilitarte. En seis meses no les da tiempo ni a respirar. Además hay otra cosa muy importante: si a un chico que entra por la puerta le cuentas que va a estar cuatro o cinco meses no le va a poner interés. Tiene que sentir que esta es su casa...

Continúa leyendo la entrevista aquí.

Resonsable: Francisco Quijano

Septiembre 2017