EVANGELIO DOMINICAL

Solemnidad de Cristo Rey (2018-2019)


Lecturas: II Samuel 5,1-3 / Salmo 121,1-2.4-5 / Colosenses 1,12-20 / Lucas 23,35-43

Botón homilético – Francisco Quijano

El domingo pasado el Evangelio presentaba un cuadro apocalíptico del fin del mundo. Apocalipsis: es un género literario de tiempos de Jesús. Se puede equiparar a novelas y películas de efectos especiales de nuestros días. ¿Cuál es su propósito?

Estas formas simbólicas de expresión tratan de sugerir un sentido y fortalecer una esperanza en medio de situaciones caóticas de violencia, persecuciones, genocidios, guerras que marcan nuestra historia.

Nuestro mundo está atravesado por una dimensión catastrófica: pueden ser fenómenos naturales que causan daños y muerte; o peor aún, acciones nuestras que siembran violencia y muerte.

¿Tienen algún sentido estos hechos? No. Unos se deben al carácter finito del mundo, algunos dirían al carácter ciego de las leyes naturales. Otros se deben a decisiones e interacciones humanas absurdas, prepotentes, violentas.

Jesús padeció estas catástrofes de nuestra condición mortal. Padeció la arbitrariedad de la ambición y la prepotencia: su muerte fue una ejecución.

En lo hondo y oscuro de este caos, Jesús hizo brillar la esperanza: «Si se mantienen firmes, dijo, conseguirán la vida»; y al ladrón ajusticiado con él: «Yo te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso».

Es un misterio sorprendente, paradójico: Jesús muere, su vida termina, es un cadáver colgado de un madero. De esa muerte, de una vida sacrificada, de unos despojos mortales, renace la vida de la humanidad.

Celebrar a Cristo Rey es proclamar su triunfo sobre el caos en el universo y sobre la violencia mortal en nuestra historia. Nuestro destino no es la muerte, no la arbitrariedad, sino el amor de Dios y la felicidad en Él.

Un célebre himno litúrgico del siglo VI, Vexilla Regis prodeunt, compuesto por Venancio Fortunato, proclama así este misterio desconcertante:

La enseña del Rey ondea,
de la cruz brilla el misterio,
el Creador del cuerpo en ella
suspenso tiene su cuerpo.

Por aguda lanza herido
de su corazón manaron
efluvios de sangre y agua
para lavar nuestra mancha.

Cúmplense las profecías
que David en versos fieles
proclamó ante las naciones:
«Dios por la Cruz ha reinado».

• Cristo de Carrizo, pequeña escultura románica del siglo XI en marfil (33 cm) del monasterio de monjas cistercienses, Santa María de Carrizo de la Ribera, León, España.

 

O •

 

Claves para la homilía - Julián Riquelme

 Contexto  Palestina, año 30: Durante la Pasión, Jesús admitió ante Pilato que Él era “rey”, pero no El rey, ni el único rey (Lc 23,3), porque nunca aceptó el poder de dominación, sino sólo el poder del servicio a los prójimos. Grecia, año 80: El mesianismo de Jesús es el del servicio a los otros, para manifestar cuanto el Padre ama a todos los seres humanos.

Sentido El Evangelio de hoy trata de varios temas, tales como “Actitudes en torno al Crucificado", "Cristo Rey" y "El buen ladrón". El texto presenta, por lo menos, tres  aspectos importantes:

• Actitudes frente al Crucificado (Lc 23,35-37). Hay dos tipos de actitudes: Por un lado, “el pueblo permanece allí y mira”, esto es, se manifiesta respetuoso, expectante y siendo “testigo” de los últimos instantes de Jesús (Lc 23,35ª); por otro lado, los dirigentes religiosos y los soldados se burlan de Él. Éstos piensan que un rey debe tener dinero, prestigio, poder y tropas; sin embargo, constatan allí a un Nazareno pobre, humillado, sufriente y encarnizado.- La humildad, la pobreza voluntaria, el desapego, unido al compartir por Amor, es el único camino para que los seres humanos valoren la dignidad de hombres y mujeres, cultiven el amor al prójimo, y trabajen por la libertad de todos.

• Motivo de la condenación a muerte de Jesús (Lc 23,38). Los cuatro evangelistas recogen el dato de esta inscripción: «Éste es el rey de los judíos». El letrero lo manda a colocar el gobernador Poncio Pilato para indicar la razón de la ejecución, pero a la vez para ironizar y mofarse de las autoridades judías, que se lo habían entregado. En el camino desde Galilea a Jerusalén lo central, para el Jesús histórico, era la proclamación del Reino o Soberanía de Dios, su Padre. Él se consideraba, en segundo plano, como el Profeta que lo anunciaba; de ahí que prefiera la auto designación como “el hijo del hombre” y pida el “secreto mesiánico” a quienes se sienten beneficiados por Dios en sus vidas. Cuando Jesús entra a Jerusalén, se deja aclamar rey por algunos y “purifica” el Templo, Él posee plena consciencia de ser el Mesías, el Ungido, el Agente de Dios.- Cada vez que rezamos el padrenuestro, decimos: “Venga tu Reino”. Queremos expresar un deseo de que cada uno de nosotros haga presente a Dios como lo hizo Jesús, actuando como lo hubiera hecho Él mismo si estuviera en nuestro lugar.

• Dos malhechores (Lc 23,39-43). El episodio de los dos delincuentes crucificados con Jesús contiene un diálogo. En él quedan patentes dos maneras de reaccionar ante el Amor de Dios, que Cristo ofrece: El mal ladrón pide milagros; el buen ladrón reprende a su colega, se reconoce alejado de la Alianza, confiesa la inocencia del Nazareno y le suplica: «Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu Reino». La respuesta del Señor fue: «Hoy estarás conmigo en el Paraíso».- La expresión “hoy” es técnica en Lucas (2,11; 4,21; 5,26; 19,9) y se relaciona con un presente eterno del Amor de Dios en nosotros. Esto significa que el “Reino de Dios” es una realidad referida a nosotros: somos nosotros quienes tenemos que hacerlo presente aquí y ahora, como lo hizo Jesús. Es el reinado del amor, del servicio a los demás, de la entrega total.

• Cubierta del Evangeliario de la Abadía de Echternach, en el actual Luxemburgo, ss. X y XI.