Evangelio de San Juan 14,27-31
• Uno de los últimos gestos y palabras de Jesús a punto de morir fue infundir en sus amigos la paz. Esta paz suya no es cualquier paz, no es la de este mundo. ¿Qué querrá decir esto?
• En la misa antes de la comunión, pedimos al Señor que nos conceda la paz en nuestros días; y luego que nos proteja de toda perturbación, inseguridad y violencia, diríamos en México.
• Al Señor Jesús le pedimos también paz y unidad, como la infundió en sus discípulos durante la Última Cena. En seguida, quien preside la Eucaristía da la paz del Señor a la asamblea, e invita a la asamblea a darse la paz recíprocamente.
• Paz y unidad son bienes últimos, definitivos, a cuya participación está convocada toda la humanidad. Son bienes a la vez muy preciados y muy precarios en nuestro mundo. La historia humana está llena de conflictos y divisiones.
• Estos bienes son los que Jesús obtuvo para nuestra humanidad. La paz: al recibir en su cuerpo crucificado los efectos de la violencia humana a fin de destruirla. La unidad: al reunir por su muerte en cruz a la humanidad dispersa y dividida en el mundo por el pecado.
• La Eucaristía es signo, acto y prenda de paz y unidad. Lo dice bellamente la oración sobre las ofrendas de la Fiesta de Corpus Christi: «Concede, Señor, a tu Iglesia el don de la paz y la unidad, significado en las ofrendas sacramentales que te presentamos».
• En esta historia nuestra, gravada por conflictos; en México, herido por la violencia, dividido por insultos e injurias de alto nivel, secuestrado por la impunidad, se necesita el don de la paz y la unidad, y se exige vivir la séptima bienaventuranza: «¡Felices quienes trabajan por la paz, porque se llamarán hijas e hijos de Dios!» (Mt 5,9).
• Hace unas semanas, el Episcopado de México, la Conferencia de Religiosas y Religiosos, la Compañía de Jesús y el Laicado Nacional convocaron a un Compromiso Nacional por la Paz, cuyo propósito y acciones fueron publicados (aquí).
Lectura: Hechos 14,19-28
La volubilidad de las multitudes, entonces y ahora, puede ser manipulada con facilidad a diestra y siniestra, hoy entusiasmo desmedido por alguna causa, luego rechazo fanático y violento por otra.
Eso le sucedió a Pablo y Bernabé en Listra. Ayer las multitudes se volcaron con entusiasmo a favor de Bernabé y Pablo. Hoy unos judíos lograron manipular a la gente para apedrear a Pablo.
¿Cómo asumían Pablo y Bernabé tales sucesos? Con perseverancia, «porque tenían que pasar por muchas tribulaciones para entrar en el Reino de Dios». Con gratitud, «porque Dios les había abierto las puertas de la fe a los paganos».
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Reflexión: Julián Riquelme
• Contexto - Palestina, año 30: En la última Cena, el Maestro y los discípulos piensan próximos problemas, que pueden ocurrir y los perciben de distinta manera cada uno de ellos. - Jerusalén, año 100: Al comparar la exigencia del amor a todos del Evangelio, con los dos tercios de esclavos, que tiene Imperio romano, los seguidores de Jesús pierden la paz y experimentan temores ante posibles persecuciones.
• Sentido El Evangelio resalta la “el momento de la despedida de Jesús” en la Última Cena. La división del texto podría ser la siguiente:
• Serenidad en la tristeza (14,27-29). El Señor se despide tranquilizando a los discípulos, al desearles la paz y al afirmarles que su ausencia no será permanente y absoluta, sino transitoria. Las Palabras de Jesús deben darles confianza en el momento de la ausencia, pues la fe lleva siempre consigo el optimismo de la esperanza. En definitiva, el mismo Cristo los acompañará, por la acción del Espíritu Santo. Lección: La presencia de Cristo en los creyentes se reconoce por la paz que la acompaña; un verdadero creyente nunca debe ser cobarde: la fe lleva siempre consigo el optimismo de la esperanza.
• Amor a Dios Padre en los hermanos (14,30-31ª). La paz que da Jesús comunica tranquilidad y disipa los miedos. Su muerte no será una tragedia, sino la manifestación suprema del amor al Padre. El Padre es más que Jesús, pues su amor le atrae hacia la donación de su vida para el crecimiento de todos los seres humanos. Será el triunfo de la vida en Él y en quienes crean en Él. Ya llega el poder opresor, la “realidad simbólica”, que, desde el inconsciente, atemoriza instintivamente a la humanidad por la muerte (P. Arturo Sosa, SJ): Jesús no le teme y con su muerte lo vence, respondiendo al Padre al amar a todos. Mensaje: La comunidad fraterna se reúne en asamblea litúrgica para narrar la acción salvadora de Dios, manifestada en Cristo; con nosotros queda la promesa definitiva, la Paz de Jesús.
Pascua V: Miércoles (aquí)
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