Evangelio de San Juan 20,1-2.11-18
• Un huerto, una mujer desconsolada, dos ángeles de blanco custodian la tumba. Su desconsuelo es el de una mujer que no encuentra a su amado. «Mujer, ¿por qué lloras?», le preguntan los dos personajes de blanco.
• «Buscaba al amor de mi alma, lo buscaba y no lo encontraba. Por las calles y las plazas buscaré al amor de mi alma, lo busqué y no lo encontré» – dice la Sulamita en el Cantar de los Cantares.
• Una voz pregunta a la Sulamita: «¿Adónde fue tu amado, tú, la más hermosa de las mujeres? ¿Adónde se encaminó tu amado para buscarlo contigo?» Ella responde: «Mi amado ha bajado a su jardín, al plantel de balsameras, a deleitarse en su jardín, a recoger sus rosas».
• Un desconocido está ahí sigiloso, le hace a María la misma pregunta: «Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas?». Se percibe en estas preguntas finura, cariño, son preguntas de consuelo: «Mujer, ¿por qué estás así?».
• Ella, enamorada perdida que ha perdido a su amado, no atina ni qué decir: «Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo iré a buscarlo».
• Este juego de citas del Evangelio de Juan y del Cantar de los Cantares ilustra la inspiración que late en el bellísimo pasaje del encuentro de María con Jesús en el huerto. Fray Luis de Granada comenta así los despropósitos de María, la enamorada, en un pasaje delicioso:
«Bien paresce estar fuera de sí esta sancta mujer, pues cuantas palabras pronuncia, tantas ignorancias dice. Porque lo primero, no responde á propósito, ni entiende lo que le preguntan; porque no entiende mas de lo que ama, ni tiene sentido para otra cosa. Y además, llama señor al hortelano, que era demasiada cortesía para quien tan bajo oficio tenía. Y junto con esto, no habla por nombres, sino por pronombres, diciendo: “Si tú lo tomaste, dime donde lo pusiste; porque yo lo llevaré”.
»Parecíale que todos estaban en lo que ella estaba, y que así no había necesidad de mas declaración. También paresce un disparate presuponer que el hortelano andaba tomando los cuerpos de los muertos; y mucho mayor, ya que por algún misterio lo hubiese tomado, que luego por una palabra le diese á quien no conoscía.
»Todo esto obraba el amor, el cual tan sanctamente la hacía errar; aunque mayor yerro era tener al Señor delante y no conoscerlo, porque como e staba enferma de amor, de tal manera se le habían escurecido los ojos con esta enfermedad, que no veía á quien veía: porque veía a Jesús, y no sabía que era Jesús. ¡Oh María, si buscas a Jesús, ahí tienes á Jesús! Mas por ventura por esto no le conosces hallándole vivo, porque le buscabas muerto.
»¡Oh piadoso y dulce Maestro! no puedo del todo excusar esta discípula tuya: no puedo defender este su error; porque tal te buscaba, cual te había visto y cual te había dejado en el monumento». [Adiciones al Memorial de la Vida Cristiana]
Lectura: Cantar de los Cantares 3,1-4
• Con buenas razones se escogió este pasaje del Cantar como primera lectura. El comentario de Luis Alonso Schökel también es delicioso:
«Con relación al idilio anterior, éste nos transporta de la luz y de los colores de la primavera a la oscuridad de la noche; pasamos del campo abierto a la alcoba cerrada, donde una mujer sueña noche tras noche. Se pasa la noche bus- cando en sueños: Buscaba..., buscaba y no encontraba...buscaré..., lo busqué y no lo encontré... Esta secuencia verbal crea un efecto de violenta emoción psicológica. El buscado es el amor de mi alma: aquél que me ama y a quien amo. Afanosa búsqueda de una mujer enamorada e intrépida, que no se arredra ante los peligros nocturnos, y curioso encuentro. De ronda por la ciudad, como los centinelas, ella busca, éstos la encuentran, pero no saben nada de aquél por quien les pregunta: del amor de mi alma. Una vez que le halla, se le despoja de la voz y del rostro. Es sencillamente el amor de mi alma. Éste desaparece al ser introducido en la alcoba materna. No está. Ha sido un sueño. Y la mujer continúa herida de amor, según sabemos por el estribillo, que encontramos cuando esta mujer fue herida en el banquete. Una pregunta semejante a la que formula la mujer de este sueño y un gesto similar al suyo aparecen en la escena evangélica de María Magdalena junto al sepulcro de Jesús».
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Reflexión: Julián Riquelme
• Contexto - Palestina, año 30: La mayoría de los discípulos ven en Jesús muerto a un héroe injustamente condenado, al que rinden los últimos honores. - Jerusalén, año 100: El encontrarse con Jesús, que murió y está resucitado, jamás puede aislarse del anuncio, pues el seguimiento del Señor convoca no solo a interpretar el mundo desde una óptica divina, sino también a transformarlo para que todos tengan vida y la tengan en abundancia (Jn 10,10).
• Sentido El Evangelio relata el “Encuentro de la Magdalena con el Resucitado”. El texto se puede dividir en tres partes:
• Sepulcro vacío (20,1-3). En la madrugada del primer día de la semana, María Magdalena se encamina al sepulcro de Jesús. Nada se dice sobre el fin preciso de la visita. Cuando llega, encuentra removida la piedra que cerraba la entrada. Con una mirada al interior se da cuenta de que el cadáver ya no está allí. Pero no piensa en que Jesús haya resucitado, sino en que el cadáver ha sido robado por manos desconocidas; regresa entonces presurosa a la ciudad para dar notica a Pedro y al discípulo ideal. Éstos corren inmediatamente a la tumba. Lección: La tumba vacía no demuestra la resurrección de Jesús; se llega a creer porque se acepta la llamada invisible de Dios.
• Encuentro (20,11-17). La Magdalena llora afuera del sepulcro por el amigo fallecido, cuyo cadáver también ha desaparecido. Al asomarse a la tumba, ve a dos ángeles vestidos de blanco, símbolo de una victoria, y dialoga con ellos. Jesús está ahí, de pie, vivo, pero ella no lo reconoce e imagina que es cuidador del huerto En el diálogo entre Cristo y María, ella lo reconoce al escuchar su nombre de labios del Señor. Se ve que la amistad y el amor permiten a las personas reconocerse, encontrarse y mirar juntas hacia el porvenir. Moraleja: Por la resurrección Jesús ha tomado plena posesión de sus prerrogativas divinas, y es en el encuentro con Él donde vivimos la experiencia de la salvación no estática sino dinámicamente; por eso, “ver al Señor” empuja a ir donde nuestros hermanos a decirles que Cristo ha subido al Padre y allí nos espera a todos.
• Anuncio (20,18). Por boca de la Magdalena, la comunidad recibe la noticia de la resurrección de Jesús. Ella, que lo ha visto, se convierte en mensajera (cf. 20,12). Su anuncio parte de la experiencia personal con Cristo y del mensaje que Él comunica. Es anuncio que nace del mensaje recibido de Jesús vivo y presente. Mensaje: En el cristianismo, la contemplación (“ver al Señor”) no puede jamás aislarse del anuncio.
Semana XVI: Martes (aquí)
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