Evangelio de San Lucas 14,1.15-24
• Seguimos con la comida en casa de un jefe de fariseos que la liturgia presenta en partes: primero, la curación del hidrópico; luego, los invitados que se abalanzan a los primeros puestos; después, la advertencia de Jesús de invitar a pobres, mancos, cojos y ciegos.
• Finalmente, a uno de los invitados se le enciende la chispa, entiende lo que está pasando y exclama: «¡Feliz el que se siente al banquete del Reino de Dios!». Descubre el sentido de la comida en la que participa y de lo que Jesús está haciendo.
• Jesús acepta la invitación a comer de un fariseo principal, a sabiendas de que estos judíos celosos de la Ley no están de acuerdo con él, lo critican severamente, se le oponen, hasta conspiran contra él.
• En ese ambiente hostil, Jesús cura a un hidrópico en sábado. Ocasión justa para provocar el escándalo de los fariseos, a quienes deja callados cuando les pone un ejemplo de lo que ellos harían en sábado.
• Viene luego un consejo que cabría poner entre las normas de un manual de urbanidad: «Cuando vayas a un banquete, no ocupes el lugar que no te corresponde; porque si te quitan de ahí, vas a pasar vergüenza delante de todos».
• Jesús sigue luego, no con consejos de cortesía, sino con una palabra profética: «A tus comidas no invites solo a tus amigos, hermanos o parientes; invita a quienes no pueden corresponder a tu invitación».
• Este es un punto clave del convivio en casa del fariseo: Jesús ha venido a invitar a todo el mundo a compartir la mesa de la amistad con Dios. Un invitado pesca la cuestión: «¡Feliz el que se siente en el banquete del Reino de Dios!».
• Jesús concluye con una parábola magnífica que ilustra la exclamación del fariseo y todo lo ocurrido en esa comida: «Un hombre daba un gran banquete, al que invitó a muchos...». Ante el rechazo de algunos invitados, el anfitrión dice a su sirviente: «Sal pronto a las plazas y calles de la ciudad y trae aquí a pobres, mancos, ciegos y cojos...».
• Ante crímenes y catástrofes que azotan a nuestra humanidad, las enseñanzas de Jesús a propósito de este banquete son una invitación a solidarizarse de forma efectiva con las víctimas y damnificados.
Lectura: Filipenses 2,5-11
• Este himno es una joya litúrgica, teológica, literaria. San Pablo lo incluyó en su carta. Viene probablemente de comunidades cristianas de Palestina, fue escrito originalmente quizás en arameo.
• Este himno es una confesión de fe doxológica del misterio de la encarnación, anonadamiento, muerte, resurrección y exaltación en gloria de Jesucristo. Se canta todos los sábados por la noche en las primeras vísperas de la liturgia dominical. Un comentario (aquí)
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Reflexión: Julián Riquelme
• Contexto - Palestina, año 30: La imagen del “banquete” era usual en el judaísmo para designar el Reinado de Dios. - Grecia, año 80: Se proclama bienaventurados a quienes participan en la gran comida escatológica del Reinado de Dios (Lc 14,15).
• Sentido El Evangelio trata del “Banquete del Reino” En el texto se pueden distinguir estos subtemas:
• Invitación (14,16-17). Dios ha querido establecer desde siempre una relación de amistad y amor con todos los seres humanos, “a mucha gente”. Esto se describe en la gran parábola del Banquete. Dios mismo es el anfitrión de esta gran fiesta. Son invitados cronológicamente primero los hijos de Israel, no como una “gracia especial”, porque Dios no hace acepción de personas (Lv 19,15; Hch 10,34; Rm 2,11; Ga 2,6): pues previamente su “gracia” es para todos (Is 25,6-10ª; 1 Tim 2,4; Ap 15,1-4). Lección: Lo de Israel fue una “responsabilidad dada”, una misión, una tarea.
• Excusas (14,18-20). Dios ha sido sumamente serio al cursar la invitación, pero los inicialmente llamados presentan disculpas para no participar: el uno, su negocio: ir ver el campo comprado; el otro, ver sus animales: probar las yuntas de bueyes; y el tercero, su propia vida afectiva: acaba de casarse. Todos se encuentran entretenidos en sus pequeños o grandes asuntos: no meditan para descubrir la llamada divina a la felicidad. Moraleja: Ahogan el sentido más hondo de la vida.
• Aperturas (14,21-25). Llama la atención que hay dos llamadas. Se ve que el anfitrión del Banquete quiere que se notifique universalmente su invitación. Primero, a los pobres, lisiados, ciegos y paralíticos de la ciudad (Lc 14,21). Segundo, a quienes transitan por los distintos caminos y senderos de la tierra. La amistad y el amor del anfitrión es tan grande, que desea tener su casa llena (Lc 14,23). Que todos escuchen la voz de la llamada. A la vez que cada uno tenga libertad “para” dar su respuesta. Mensaje: Un banquete a la fuerza es una yuxtaposición de esclavos.
Semana XXXI: Miércoles (aquí)
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