La Orden de Predicadores asumió desde muy temprano en la conquista de América la defensa de los indios. Dos dominicos fueron pioneros de este proceso: fray Pedro de Córdoba (Córdoba, Andalucía, 1482–Santo Domingo RD, 1521) y fray Antonio de Montesinos (España, 1475–Venezuela, 1540), quienes desde su llegada a la isla La Española en 1510 predicaron firme y constantemente sobre la responsabilidad moral de encomenderos y funcionarios en la explotación de los aborígenes. A ellos se suma fray Bartolomé de Las Casas (Sevilla, 1484–Madrid, 1566), quien de ser desde 1502 en La Española sacerdote, conquistador y encomendero, abandona en 1514 sus intereses económicos y en 1520 ingresa a la Orden de Santo Domingo, dedicándose a tiempo completo al activo rol en la Nueva España por el cual la historia lo recuerda como el Apóstol de los Indios. Un cuarto dominico, fray Francisco de Vitoria (Burgos, España, 1483–Salamanca, España, 1546) elaboró una importante base jurídica para una justa legislación respecto de los indios americanos, además de criticar que el Papa hubiera donado al Rey de España territorios ya ocupados por seres humanos dignos de respeto, lo cual sirvió a Las Casas para sus famosas controversias sostenidas con el jurista Juan Ginés de Sepúlveda ante el Consejo de Indias en Valladolid en 1550-1551, cuyo meollo fue probar si el indígena puede ser convencido pacíficamente de las bondades del cristianismo (por lo tanto la guerra en su contra es injusta) o bien si por su ‘duro’ entendimiento debe ser dominado militarmente (por lo tanto esta guerra es justa).
Fray Gil González de San Nicolás (Ávila, España, 1527–a fines del siglo XVI) pertenece a este linaje. Inició su vida religiosa en el virreinato del Perú; en Lima llamó la atención como predicador por defender los derechos de los indios. Fue designado en 1553 vicario de la provincia religiosa de Chile y en 1557 inició su nuevo destino junto a otros frailes acompañantes en la comitiva del nuevo Gobernador García Hurtado de Mendoza en calidad de uno de sus consejeros. Éste, todavía impactado por la brutal muerte del anterior Gobernador Pedro de Valdivia en diciembre de 1553, navegó a Concepción e inició una campaña bélica muy cruenta contra los araucanos, sin negociar primero un entendimiento civil con ellos. Disgustado por ello, nuestro predicador se dirigió a Santiago, la capital de la Capitanía General, desde donde planeaba regresar al Perú para informar al Virrey Mendoza de lo ocurrido. Su primer plan cambió, pues el Teniente de Gobernador Pedro de Mesa le solicitó fundar una casa de la Orden, ofreciéndole un solar con algunas casas para estos efectos. Así nació el primer convento de los dominicos en Santiago, el 16 de noviembre de 1557.
En Santiago fray Gil continuó sus prédicas habituales en defensa de los indios. Estas fueron sus ideas centrales: (1) oponerse a justificar la guerra contra ellos utilizando el pretexto de su rebeldía, pues creía que la explotación y la conquista que la Corona española había emprendido era lo que generaba los levantamientos; (2) considerar ilícita la guerra, defendiendo constantemente que tanto españoles como indígenas eran súbditos de un mismo Rey (así se adelanta al principio básico de la igualdad ante la ley); (3) defender que ni el Rey ni el Papa tenían derecho para autorizar la guerra contra los indígenas; (4) intentar convencer a los soldados que desobedecieran las órdenes de sus jefes militares, puesto que la guerra era contraria a los mandamientos de Dios, pudiendo ir al infierno si mataban indígenas, además estar obligados a pagar por todo el daño que hiciesen porque estos pueblos originarios defendían la justa causa de su libertad y la protección de sus hogares; (5) amenazar con la excomunión a quienes participaran en malocas.
Así se fue ganando enemigos, como el encomendero Alonso de Escobar, con quien litigó en el Santo Oficio local respecto a sus ideas; recibió una serie de calumnias del Teniente de Gobernador, el licenciado Santillán, consejero de la comitiva del Gobernador Mendoza y desde entonces enemigo suyo, respecto de los derechos atingentes a las donaciones territoriales recibidas por la Orden. Por lo cual, éste solicitó al Virrey y al provincial de los dominicos en Lima que lo hicieran salir de Chile. Esta gestión lo obligó a viajar allá para defenderse, siendo acogidos sus descargos por la Real Audiencia y por su superior religioso. Su defensa quedó estampada en dos escritos famosos: una Carta al Presidente y Oidores del Consejo de Indias, del 26 de abril de 1559; y su Relación de los agravios que los indios de las provincias de Chile padecen, dada por el Padre Gil González, de la Orden de los Predicadores, dirigida en 1561 al propio Rey.
Ya rehabilitado fray Gil regresó a Chile en 1560 donde permaneció un tiempo más. En 1561, continuando como vicario administró la provincia de Chile y dirigió en el sur una campaña de evangelización pacífica. Los últimos registros sobre su vida indican que fue nombrado representante del obispo don Rodrigo González de Marmolejo (1488-1564) para esta campaña en el año 1563. Desde allí su trayectoria se pierde por completo, desconociéndose sus destinos posteriores así como la fecha de su fallecimiento.
En un contexto histórico marcado por la guerra y la intolerancia religiosa, fray Gil González de San Nicolás fue una voz defensora de la vida humana aborigen y el respeto a la cultura de los pueblos originarios.
* En la Biblioteca de esta página se puede consultar la Carta al Presidente y Oidores del Consejo de Indias y la Relación de los agravios...
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Marzo 2013
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