EVANGELIO DOMINICAL

Solemnidad de Jesucristocristo Rey del Universo (2019-2020)


Lecturas: Ezequiel 34,11-12.15-17 / Salmo 22,1-3.5-6 / I Corintios 15,20-26.28 / Mateo 25,31-46

Botón homilético - Francisco Quijano

• Cristo es Rey al revés: se despojó de su divinidad, se vació de sí, se hizo esclavo, se humilló, se hizo obediente, murió en la cruz. Por eso, Dios lo exaltó, le dio un título supremo ante el cual toda rodilla se dobla y toda lengua proclama: Jesucristo es Señor. (Himno antiguo)

 El título de gloria de Jesús es su identificación con lo más bajo y despreciado de nuestra humanidad: gente hambrienta, sedienta, emigrante, desnuda, enferma, encarcelada. Entre esta gente es donde encontramos su reinado.

 Su presencia escondida, misteriosa se revelará en la consumación de la historia (no sabemos cuándo) y en la consumación de nuestras vidas: Vengan, benditos de mi Padre, a heredar el reino: porque estuve hambriento y me dieron de comer, sediento y me dieron de beber…

 En realidad, la soberanía y la corona de este Rey al revés es la humanidad entera: quienes viven despojos de humanidad con quienes el Rey se identifica, y quienes se hacen cargo de esos despojos de humanidad y cuidan de esta gente.

 El catecismo tradicional enseña que hay dos clases de obras de misericordia. Siete corporales: dar de comer al hambriento, dar de beber al sediento, vestir al desnudo, visitar a los enfermos, dar posada al peregrino, redimir al cautivo, enterrar a los muertos. Y siete espirituales: enseñar al que no sabe, dar buen consejo al que lo ha menester, corregir al que yerra, consolar al triste, perdonar las injurias, sufrir con paciencia las flaquezas del prójimo, rogar a Dios por vivos y muertos.

 Esta antigua tradición de las obras de misericordia refleja la descripción de los actos de amor al prójimo en el relato del juicio final de san Mateo. En este domingo final del año litúrgico se nos invita a examinar cuál ha sido nuestra actitud ante las necesidades del prójimo.

 

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Claves para la homilía - Julián Riquelme

 ContextoPalestina, año 30: Después de la “purificación del templo”, los sacerdotes protestan en forma airada. – Antioquía (Siria), año 80: El Reinado de Dios es presidido por el Rey Mesías, que está resucitado. Esto exige de los discípulos servir ahora a las personas sin derechos ni protección, en prisión y con hambre.

 Sentido Se ofrece una descripción profético apocalíptica sobre "La Venida del Hijo del hombre y el Juicio definitivo", que ya está ocurriendo “ahora” en el interior de los seres humanos. La escena tiene como centro al Mesías, y en ella se destacan estos tres elementos:

 Admiración de los justos. El Hijo del hombre invita a participar en el Reinado definitivo de Dios, a quienes lo sirven en sus hermanos. Éstos se extrañan, pues no saben que Él realiza un acto soberano de identificación con quienes son tenidos en nada por los seres humanos (Mt 25,34-40). ⦁ El símbolo del "Juicio definitivo" describe un levantamiento de actas de lo que practicamos ahora en el diario vivir; su materia es el amor.

 La frustración de los injustos. Estas personas son quienes no practican la misericordia, ni el amor ni la justicia en relación con sus semejantes. ⦁ Para Cristo, abstenerse de servir es tan grave como el crimen mismo: la complicidad en lo incorrecto daña también a nuestros prójimos, porque los procesos históricos no tienen espectadores, sino sólo actores (Mt 25,41-46).

 ¿Cómo actualizar este mensaje del Evangelio? Lo importante no es tanto dar limosnas ni tener pobres "propios", sino más bien buscar y superar las causas o factores, que generan la desigualdad, la exclusión y la injusticia. ⦁ Las personas de buena voluntad, aunque no sean creyentes, pueden realizar este servicio al Resucitado, y con mayor fundamento los discípulos de Jesús.

Semana XXXIV – Lunes (aquí)