ADVIENTO I: EVANGELIOS

Lunes: «En ningún israelita he encontrado una fe tan grande»


Evangelio de San Mateo 8,5-11

• La sanación del criado del centurión se sitúa entre dos milagros: la curación de un leproso y el alivio de la suegra de Pedro. Tres personas en los márgenes de la sociedad: el leproso estaba excluido de la convivencia, el siervo y su amo no pertenecían al pueblo de Dios, las mujeres no contaban para nada (8,1-17).

• Relata Mateo que en Galilea Jesús «proclamaba la Buena Nueva del Reino y sanaba toda enfermedad y dolencia en el pueblo» (Mt 4,23).

• Estas acciones hacen presente en germen el Reinado de Dios, que de suyo ha estado presente siempre en el mundo y en cada ser humano. Jesús invita a descubrir su presencia y ofrece signos de ella.

• Jesús ofrece una interpretación de estas curaciones. «Muchos vendrán de oriente y de occidente y se sentarán a la mesa en el Reino de los cielos». Jesús vino a convocar a la humanidad al banquete del Reino, que es la mesa de la amistad con Dios de todos los pueblos.

• Mateo concluye el relato de estas sanaciones con una cita del profeta Isaías acerca del Siervo de Yahvé: «Él tomó nuestras debilidades y cargo con nuestras enfermedades».

• Jesús cargó nuestras dolencias físicas y todo lo que nos destruye para quitárnoslo de encima. En el Evangelio de Juan, el Bautista presenta así a Jesús: «Ahí está en Cordero de Dios que carga con el pecado del mundo». Carga con él para quitárnoslo de encima.

 

Lectura: Isaías 2,1-5

Este oráculo de intenso lirismo es una lectura excelente para abrir la perspectiva del Adviento. Este oráculo afín a los oráculos mesiánicos que se sitúan en los años 740-720 aC y tiene un paralelo casi literal en Miqueas que es un profeta contemporáneo suyo (Mi 4,1-4).

Jerusalén es presentada como foco de atracción de todos los pueblos para acoger la ley del Señor y su palabra, como luz, guía y fuente de paz universal.

El destino de todas las naciones será la prosperidad, el bienestar:

«De las espadas forjarán arados,
de las lanzas podaderas.
No alzará la espada
pueblo contra pueblo,
ya no se adiestrarán para la guerra».

No habrá más guerra sino concordia y paz. ¿Tiene algún sentido esta visión utópica de la humanidad, aquejada por conflictos y guerras a lo largo de la historia?

En la Carta a los Efesios dice san Pablo: «Cristo es nuestra paz, el que de dos pueblos hizo uno solo, derribando con su cuerpo el muro divisorio, la hostilidad... Y los reconcilió con Dios en un solo cuerpo por medio de la cruz, dando muerte en su persona a la hostilidad» (2,14.16).

 

 

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Reflexión: Julián Riquelme

• Contexto - Galilea, año 30: El proselitismo judío de griegos y romanos fue muy fuerte en tiempos de Jesús, a tal punto que en algún momento se previó que la religión judía podría conquistar el sentido de la vida en el imperio. - Antioquía (Siria), año 80: Después de la destrucción el templo de Jerusalén (año 70 d. C.), los judíos tienden a replegarse en Israel: ya no aceptan más prosélitos y se cierran en el nacionalismo religioso. Sin embargo, los seguidores de Jesús se abren y proclaman la esperanza mesiánica del Señor Jesús a los gentiles o paganos (cfr. Hch 10).

• Sentido El Evangelio es un relato post pascual, que contiene la “sanación del sirviente del centurión”. En este texto se pueden distinguir las siguientes partes:

• Petición del romano (8,5-6). Este soldado se ha convertido en un prosélito o simpatizante del judaísmo: había venido como conquistador de Israel en el plano militar, ahora ha sido conquistado por Israel en el plano religioso; por otra parte, ha oído acerca de Jesús, tanto sobre su enseñanza como de sus milagros. Lección: Las buenas obras son un auténtico comienzo en el camino salvación y disponen a aceptar plenamente el don del Evangelio de Jesús.

• Actitud de centurión (8,7-9). El Nazareno solidariza de manera inmediata y se encamina a casa prosélito pagano. El centurión es humilde, pues reconoce en Cristo una autoridad superior. Además, como sabe de la cultura judía y no quiere que Jesús incurra en una impureza (se contamine por visitar a un pagano), solo le pide que, con su Palabra, ordene que la enfermedad se vaya del sirviente. Moraleja: Cuando invocamos a Cristo lo estamos colocando como autoridad máxima, sobre cualquier imperio de turno.

• Admiración de Jesús y sanación (8,10-11). Cristo admira la fe del romano y sana a su siervo. No habla tanto acerca de la fe de Israel, pero sí de la gran fe de un gentil. La fe del centurión es modelo para nosotros: él reconoce y respeta a Jesús como diferente; a él, romano, le basta creer en Jesús, un judío, para que el milagro se lleve a cabo. Mensaje: Pidamos a Cristo el regalo de la fe de este centurión, pues cuando descubrimos el plan de Dios, revelado en Jesús, pierden su sentido los ejércitos de ocupación y las divisiones que enfrentan a los seres humanos.

Adviento I: Martes (aquí)