VIDAS Y AVENTURAS

Sencillamente mujer...
— por sor Miria Gómez OP

Estoy aprendiendo a poner en pie de vida mi dignidad, en el proceso que no acepta ser invisible, callar o esconder los sentimientos. Despierto de un letargo diseñado por otros y atisbo la distinción entre quién soy de quién quieren que sea. He abandonado el país de los lamentos y encaminado mis pasos hacia la tierra del crecimiento, el tesón. Tierra buena donde la esterilidad pierde sus miedos. Sustituyo victimismo por capacitación, la costumbre de delegar por la belleza de aprender, arriesgar y ensayar opciones, con coraje y confianza.

He desatado el sayal y me engalano para la fiesta de la vida. Dejo a un lado socorridas justificaciones de escaso recorrido, las culpas ancestrales que signan el código genético y me libero de cargas innecesarias e insalubres.

No encuentro en María el icono de la sumisión o la disculpa para la servidumbre, sino un elogio de libertad, de firmeza hasta el extremo, un acicate de fortaleza, sabiduría y hondura amorosa.

Y estoy aquí, erguida, en pie, asombrada por la belleza de la propia voz, impactada por las posibilidades de creatividad y recursos en sordina.

Ha llegado un punto en el que ya no me conformo con afirmar lo valioso en los demás, sino que me empeño en visibilizar el propio don por convicción, sin necesidad de hacerlo depender de la gentileza ajena. Desando los caminos trillados, cansinos, aprecio nuevas sendas, no en balde somos expertas en amasar posibilidades, unir orillas, tejer esperanza.

Tomo distancia de la irreal fragilidad que se nos atribuye, para acoger la intuición, dimensiones desconocidas, inertes, que buscan desplegarse.

Soy gestora de lo invencible, de una nueva armonía para la historia. Imparable, por más que no quieran verlo, reconocerlo, da lo mismo, porque lo evidente no puede ser negado por mucho tiempo.

Somos puntos de luz que se atraen entre las sombras, que se alían y configuran un mapa de alboradas. Hermanas de todo en la tarea, el surco y los talentos que se invierten en alentar, sostener y acrecentar lo humano.

Sé mirar de frente sin rebajar los principios. Me resisto a relacionarme en otro marco que no sea una igualdad capaz de abrazar lo diferente.

Soy un mar en movimiento, ola vigorosa, tierna caricia, corriente abierta a lo que brota, atenta en la escucha.

Soy magia que recrea lo sencillo y fragua el misterio en su propia entraña.

Soy mujer, sin más indicaciones. Mujer que sueña llegue el día en el que no sea preciso distinguir una jornada para reclamar lo fundamental y necesario.

Soy mujer sin más, crisálida que hila sus alas y mezcla sus colores en el latido del silencio.
 

Monasterio de la Santísima Trinidad en Orihuela, Alicante, donde vive sor Miria Gómez

 

Marzo 2019