Lecturas: Jeremías 31,31-34 / Salmo 50,3-4.12-15 / Hebreos 5,7-9 / Juan 12,20-33
• Como el domingo pasado, tenemos otra vez el amuleto del Crucificado: «Cuando yo sea levantado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí». ¿Queremos ver ese amuleto? ¿Probar su eficacia?
• Jesús responde: «Es la Hora de que sea glorificado el Hijo del hombre. Si el grano de trigo no muere, queda infecundo; si muere producirá mucho fruto».
• El amuleto de la salvación humana no es un artefacto con poderes ocultos que se puede usar al gusto. Ese amuleto es el que ofreció súplicas con lágrimas para ser librado de la muerte. El que aprendió a obedecer para ser causa de salvación para los que lo obedecen (2ª lectura).
• Jesús nos atrae hacia él, nos asocia a su voluntad decidida de caminar hacia Dios, nos envuelve en su solidaridad con cada ser humano, nos invita a aprender a ser humanos adhiriéndonos a él. El amuleto de la cruz no tiene poderes mágicos.
• Esa es la Hora de Jesús, la realización consumada de su vida y su obra. En las bodas de Caná, Jesús dijo a su madre: «Aún no ha llegado mi Hora». Sin embargo, realizó el signo del agua convertida en vino para manifestar su gloria.
• La Hora consumada de Jesús es su glorificación, que tiene dos caras, reverso y anverso, muerte y resurrección, los dos sucesos en la unidad de un Misterio que es único.
• Si lo vemos desde el lado humano, es la crucifixión de Jesús, su ajusticiamiento como reo a manos de la injusticia de las autoridades judías y romanas. Espectáculo ignominioso contemplado por el pueblo sin entender lo que veía.
• Si lo vemos desde el lado divino (¡qué osadía!: no visto, apenas vislumbrado por la fe), es la glorificación del Hijo del hombre, que hizo suya nuestra ignominia para destruirla en su muerte, a fin de que su Padre la transformara en cuerpo glorioso.
• Jesús se presenta como un símbolo: el hombre que pende de una cruz, cual campo magnético que atrae por el amor cuya gravitación alcanza a toda la humanidad: «Cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí».
• El Misterio de la Muerte y Resurrección de Jesús es también nuestro misterio y nuestra Hora. Discurrimos por este mundo cargando con nuestro pecado e ignominia, que serán destruidos en nuestra muerte para resucitar gloriosos en el Hijo del hombre.
• Jesús es germen de Humanidad Nueva, grano de trigo que cae en tierra, muere y da mucho fruto. Jesús muere de manera trágica y cruel, porque nosotros le infligimos esa muerte. Resucita por el Amor del Padre para fructificar en Humanidad Nueva.
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Claves para la homilía – Julián Riquelme
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