Botón homilético Francisco Quijano OP
Domingo de la Trinidad (11.6.2017) Juan 3, 16-18
● La Santa Tríada –Padre, Hijo, Espíritu– es misterio en el origen y en el fin, lo es más allá de origen y fin: Dios mismo. «En él vivimos, nos movemos y existimos» –dijo Pablo en Atenas citando a un poeta griego– (Hechos 17, 28).
● ¿Cómo vislumbrar este misterio? Lo primero, tomarse en serio lo que dice san Juan: «Nadie ha visto jamás a Dios; el Hijo Único, Dios, que está en el seno del Padre, es quien nos lo dio a conocer» (Jn 1, 18). Luego, considerar estos destellos que ofrecen las lecturas de hoy.
● Éxodo: Moisés invoca el nombre de Yahvé. El Señor le responde: «Yahvé, Yahvé, Dios misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad» (34, 5-6).
● Pablo se despide así de los corintios: «La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo estén siempre con todos ustedes» (2 Cor 13, 13).
● Jesús, en el Evangelio de Juan: «Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna» (Jn 3, 16).
● Juan: «A Dios nadie lo ha visto nunca. Pero, si nos amamos unos a otros, Dios mora en nosotros y podemos decir que su amor ha llegado en nosotros a la perfección». (I Jn 4, 12).
● No podemos vislumbrar este misterio si no es en el amor, y aun así, su revelación plena será más allá de este mundo en la vida sin fin.
● Contamos, sin embargo, con una garantía: «Sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a los hermanos» (I Jn 3, 14).
⦁ Sandro Botticelli: La Santísima Trinidad,1491-1493
Claves para la homilía Julián Riquelme OP
◙ Contexto ► Palestina, año 30: Jesús llama a Dios “abba” = “Padre”. ► Jerusalén, año 100: Dios en Jesús, por Amor, ofrece a todos la vida plena. El ser humano tiene que optar entre la vida y la muerte.
◙ Sentido El Evangelio de hoy habla del “Amor de Dios”: “Dios amó tanto al mundo”. La mejor noticia que puede recibir un ser humano es que Dios no puede apartarle de su Amor. En el texto se distinguen en dos partes:
● Nuestro Dios es como una Comunidad de Amor (Jn 3,16-17). Por Amor, Dios entrega a su Hijo Jesús al “mundo”, a la humanidad, para que todos tengan vida. En otras palabras: el móvil del envío del Hijo es el Amor; y la finalidad es salvar a todo ser humano, sin excepción. Quien no obtenga la vida, es porque rechaza la oferta divina, no aceptando la adhesión a Jesús, el dador del Espíritu. ⦁ Los tres, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, a la vez en conjunto y cada uno en su acción, son El que ama, el amado y el amor. Nuestra vida debería ser un espejo, que, en todo momento, reflejara el misterio de la Comunidad Trinitaria, al interior de nuestra sociedad.
● El ser humano tiene la responsabilidad de su salvación (Jn 3,18). Quien presta adhesión a Jesús no está sujeto a sentencia; quien se niega a dársela, ya tiene la sentencia de frustración, por su negativa a adherir a Él. O se está a favor de Jesús o en contra; no existe la indiferencia. ⦁ Cuando hablamos de cualquiera de las tres personas divinas, relacionándose con nosotros, estamos hablando de Dios, preocupado por el crecimiento de los seres humanos. De tal manera que, cuando damos la adhesión a Jesús, como Hijo único de Dios, que es el modelo de sus hijos e hijas, estamos creyendo en la igualdad de todos los seres humanos, en el horizonte que les abre el Amor de Dios, y en el amor al prójimo como fruto del Espíritu Santo.
⦁ Franz Anton Maulbertsch (1724-1796): La Trinidad, 1785
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