ADVIENTO II: EVANGELIOS

Solemnidad de la Inmaculada Concepción de María


Lecturas: Génesis 3,9-15.20 / Efesios 1,3-6 / Lucas 1,26-38

Botón homilético: Francisco Quijano

• El relato de la Anunciación tiene algo así como un doble finale. Uno, la respuesta de María: «Yo soy la esclava del Señor, cúmplase en mí tu palabra».

• Otro, la conclusión del relato: «Y el ángel la dejó y se fue». En este finale, algo en la escena queda flotando, unos puntos suspensivos en espera de lo que sigue. Y lo sigue es solo silencio...

• Ese silencio que acompaña al relato ha quedado en custodia de María: es su silencio. «Virgen María, Madre el Señor, danos tu silencio y paz para escuchar su voz», dice un canto mariano.

• Al ver al niño, los pastores contaron todo lo que les habían dicho de él. Todos los que lo oyeron se asombraban de lo que contaban los pastores. «María conservaba y meditaba todo en su corazón».

• El niño que se había perdido regresó con sus padres a Nazaret y siguió bajo su autoridad. «Su madre guardaba todas estas cosas en su corazón».

• María guardó en su corazón y meditó las cosas de Jesús, su hijo, toda su vida. En los Evangelios apenas si está presente. En ocasiones no entiende a su hijo, en otras confía en él e intuye que puede hacer grandes cosas.

• En el vientre de María se gestó Jesús, en el seno de su familia vivió bajo la autoridad de sus padres. Jesús aprendió, en el silencio de su madre, a escuchar la voz de Dios.

Ese es el finale sin fin del relato de la Anunciación: estamos llamados a vivir el silencio para escuchar la palabra de Dios y acogerla en nuestro corazón como lo hizo María.

 

Lecturas: Génesis y Carta a los Efesios

• El relato del pecado original usa imágenes y símbolos de carácter mítico para tratar de dar cuenta de un hecho histórico de difícil interpretación. Ese hecho histórico no es la existencia de Adán y Eva y todo lo que rodea su pecado, su castigo y su rescate.

• El hecho histórico es el mal, el pecado real que atraviesa toda la historia humana, que no puede atribuirse a una falla en la creación de un Dios Creado que hizo todo bien. El relato del pecado es en realidad un mentís a la concepción dualista de la divinidad y de la creación, que los judíos exilados encontraron en Babilonia.

• La Inmaculado Concepción de María significa que ella estuvo del todo exenta de las complicidades que en nuestra historia nos llevan a cometer toda clase de pecados, desde las fallas debidas a nuestro individualismo hasta los crímenes de lesa humanidad y los genocidios.

• La lectura es una selección de versículos de las Bendiciones con las que comienza esta carta. De este pasaje Luis AlonsoSchökel dice los siguiente:

  «El párrafo que sigue (1,3-14) es probablemente el más difícil de todo el Nuevo Testamento, pues parece romper todas las reglas gramaticales. Es como si el autor tomase aliento profundo en este grandioso pórtico de la carta, para pronunciar su bendición de una sola alentada, en una única frase, bajo la fuerza de un entusiasmo incontenible. Más que para ser leída, esta bendición es para ser escuchada en el ambiente de oración de la asamblea litúrgica».

  «Paradójicamente –añade– quizá sea esta atropellada yuxtaposición de verbos, adjetivos, frases circunstanciales colgadas de preposiciones, etc., la que mejor exprese el balbuceo en que termina todo intento humano de expresar el misterio inefable del amor de Dios por nosotros».

• La Gran Bendición se despliega en una sucesión de siete bendiciones que son como ondas envolventes del amor de Dios que nacen del seno de la Trinidad para abrazar a toda la humanidad, desde su gestación antes de la creación hasta su consumación en la gloria.

• María fue envuelta en esas Bendiciones de Dios desde su Concepción Inmaculada hasta su Asunción a la Gloria de la Trinidad.

 

• • • 

 

Julián Riquelme: Claves para la homilía

 

Adviento II: Martes (aquí)