NAVIDAD II: EVANGELIOS

Octava de Navidad Día VII: «La Palabra se hizo carne»


Evangelio de San Juan 1,1-18

• Hoy, último día del año, al igual que la Misa del Día en Navidad, se proclama el Prólogo del Evangelio de San Juan, un himno excepcional de los primeros cristianos. Quien se interese lea una meditación de fin y principio de año inspirada en este himno (aquí).

 

Primera Carta de San Juan 2,18-21/22-29

• Seguimos con la Carta de Juan. En este pasaje hay dos temas: una enseñanza sobre el Espíritu Santo y otra sobre una distorsión de la fe en la Encarnación de la Palabra y en el amor al prójimo.

• Lo primero. San Juan dice dos cosas: «Ustedes han recibido la unción del Espíritu Santo, y todos tienen la verdadera sabiduría» (2,20). «Conserven la unción que recibieron de Jesucristo y no tendrán necesidad de que nadie les enseñe; porque su unción, que es verdadera e infalible, les instruirá acerca de todo. Lo que les enseñe consérvenlo» (20,27).

• Esta enseñanza se relaciona con la de Jesús en la Última Cena: «El Defensor, el Espíritu Santo que enviará el Padre en mi nombre, les enseñará todo y les recordará todo lo que yo les he dicho». (Jn 14,26). «Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, los guiará hasta la verdad plena» (16,13)

• El Espíritu Santo, su inspiración y su luz, suscita y fortalece la fe, y guía la conciencia al tomar decisiones. Para creer hemos de escuchar la Buena Noticia y conocer a Jesús. Necesitamos, además, la unción del Espíritu para que nuestra fe sea una realidad vital.

• Esto debería tener mayor incidencia en la vida de la Iglesia, particularmente en la vida de los laicos, de modo que confíen en su conciencia, iluminada por el Espíritu, al tomar sus decisiones.

• En una conferencia sobre la conciencia como expresión de madurez, fray Timothy Radcliffe, que fue Maestro de la Orden de Predicadores, cita estos dos pasajes de la Carta, y dice:

  «Esta comprensión personal de la verdad del evangelio nos protege de ser arrastrados a ciegas por la muchedumbre. Cuando era joven seminarista, el Papa Benedicto encontró que la enseñanza del Cardenal Newman sobre la conciencia era inmensamente liberadora: “Habíamos experimentado el reclamo de un partido totalitario que se consideraba la culminación de la historia y negaba la conciencia del individuo. Uno de sus líderes llegó a decir: ‘Yo no tengo conciencia. Mi conciencia es Adolfo Hitler’”». De modo que la conciencia individual resiste cualquier reclamo totalitario, hasta de la propia Iglesia. Como bien dijo Newman: “Yo brindaré por el Papa, si se quiere ‒es más, primero por la Conciencia, y luego por el Papa”.

  »Esto, sin embargo, es una verdad a medias. Como cristiano yo creo que soy humano en sentido pleno únicamente por las relaciones que tengo con otras personas. Yo existo no solo porque yo pienso, como decía Descartes, sino porque yo soy-en-relación. La conciencia es con-scientia, conocer con otras personas. Yo no puedo buscar la verdad solo por mi cuenta. Yo llego a conocer porque soy miembro de una comunidad».

• Esta reflexión apunta a crear un ambiente propicio en las comunidades cristianas y en la sociedad, para tomar decisiones que convengan al bien humano y, entre creyentes, al bien de la comunidad cristiana.

• Lo segundo. El Anticristo, que niega al Padre y al Hijo, y los anticristos, que dividen a la comunidad, son los dos errores denunciados en esta carta: diluir o distorsionar el Misterio de la Encarnación negándolo al afirmar que Cristo no asumió realmente una carne mortal. Por otra parte, pensar que el amor a Dios es un amor desencarnado que no incluye el amor al prójimo de carne y hueso.

 

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Reflexión: Julián Riquelme

• Contexto - Palestina, año 1: Nadie imaginaba que el niño recién nacido llamado Jesús, era el Mesías ni menos que fuera la Palabra de Dios encarnada. - Jerusalén, año 100: Se toma conciencia de que Jesús, muerto y resucitado, es la Palabra de Dios (hb. “dabar”; gr. “logos”), que el Padre Dios, lleno de Amor, regala a todos los seres humanos, para que, creyendo en Cristo, tengan vida eterna (Jn 3,16; 20,31).

• Sentido Algunos llaman a este trozo bíblico el “Prólogo del Evangelio de Juan”, otros lo denominan “Himno inicial”. Igualmente podría llamarse “Síntesis introductoria”, porque contiene por anticipado los grandes temas del Evangelio. He aquí sus ejes principales:

• La Palabra del Dios Amor es creadora (1,1-10). Esta Palabra, que estaba junto a Dios y es Dios, aparece en la historia como la vida, que es la luz de los hombres; pero los seres humanos, envueltos en las tinieblas, debido a sus temores, no la percibieron, más bien se opusieron a esa vida-luz (1,3-5); vino Juan Bautista, enviado por Dios como Testigo, para que todos creyeran en Jesús por medio de él (1,6-8); sin embargo, los seres humanos se negaron a responder al ideal de plenitud de vida, vida divina, al que estaban convocados desde la creación del mundo (1,9-10).

• El proyecto de Dios se realiza en Jesús (1,11-13). El Nazareno, Palabra de Dios, es rechazado por su pueblo: se prefiere la tiniebla a la luz, la muerte a la vida, el pecado al renacer de nuevo (1,11); pero a quienes aceptan la persona de Jesús se les da la capacidad de ir creciendo como hijos de Dios (1,12); éstos no llegan al mundo por nacimiento humano, sino por nacimiento divino: por obra del Espíritu Santo, lo cual se realiza por la aceptación de la persona de Jesús (1,13; cf. 1,30.33).

• Es la vida la que produce luz, y no al revés (1,14-18). Por el Amor del Padre, la Palabra se hizo carne y acampa entre nosotros: esto es la anticipación de la gloria, que nosotros podemos desde ya experimentar (1,14); es la experiencia que había anunciado Juan Bautista (1,15); las comunidades cristianas participamos de la plenitud que ha traído Jesús (1,16); para “los Judíos”, la fidelidad a la Ley, aunque mate al ser humano, es la suprema prioridad: así hacen de la Ley un instrumento de muerte (1,17ª); para quienes seguimos a Jesús, solo a través de Él experimentamos al Padre y recibimos la comunicación de la vida (1,17b-18).

Santa María Madre de Dios (aquí)